El examen de aptitud deportiva es clave para descartar enfermedades cardiovasculares con riesgo de provocar una muerte súbita
Antes de practicar ejercicio físico, cualquier persona debe saber si está por completo preparada y qué tipo de esfuerzos puede realizar.
Aunque la rutina deportiva es una de las mejores herramientas para cuidar la salud cardiovascular siempre que se combine con una alimentación sana y equilibrada, si el cuerpo no está listo para determinados ejercicios de intensidad, esa práctica deportiva puede pasar factura.
El examen de aptitud deportiva requiere evaluar la historia clínica de la persona y hacer una exploración física y un electrocardiograma. A partir de los 35 años se suma a lo anterior una prueba de esfuerzo con protocolo clínico.
En caso de que hubiera hallazgos fuera de lo normal, puede haber necesidad de añadir otras pruebas, pero en caso de que esté todo correcto, ya se puede autorizar comenzar a entrenar con la tranquilidad de saber que el corazón está preparado para la práctica deportiva.
La recomendación es hacerse uno cada cinco años antes de los 35 y cada dos años después de esa edad, además de siempre que se participe en una competición deportiva que sea muy intensa, como un maratón.
3 razones
- Descartar enfermedades cardiovasculares . El examen puede detectar patologías que el paciente desconoce y que podrían tener riesgo de muerte súbita.
- Si se hará competición, habrá un plus de riesgo. Competir puede acrecentar mayor exigencia al organismo y al corazón, lo que representa más riesgo.
- La prevalencia de muerte súbita es mayor en los deportistas aficionados aparentemente sanos que desconocen que sufren algún tipo de cardiopatía. Las sociedades científicas recomiendan esta prueba; que debe repetirse con una periodicidad determinada.
¿Cuál es el esfuerzo tolerable?
Una vez que se puede comenzar a entrenar, conviene saber hasta dónde puede llegar el esfuerzo.
El aparato cardiorrespiratorio tiene ciertos límites que vienen marcados, sobre todo, por la edad, controlando la frecuencia cardiaca máxima. Se debe procurar no alcanzar ese límite, ya que se estará forzando demasiado el aparato cardiorrespiratorio. Los especialistas aconsejen situar el máximo al que se puede llegar en el 85% de la frecuencia cardiaca máxima teórica, siendo la frecuencia de entrenamiento, la que se sitúa entre el 60 y el 70% de la frecuencia cardiaca máxima.
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