Muchos de los que toman anticoagulantes lo hacen porque padecen fibrilación auricular, una arritmia especialmente frecuente a medida que cumplimos años (1 de cada 5 mayores de 80 años la padecen).
La fibrilación auricular multiplica por 5 veces el riesgo de tener un ataque cerebrovascular. Para reducir este riesgo se utilizan los medicamentos anticoagulantes.
Anticoagulantes y antiagregantes
Entre los distintos medicamentos que se utilizan para prevenir y tratar enfermedades cardiovasculares están, por un lado, los antiagregantes plaquetarios como el ácido acetilsalicílico, la popular aspirina de toda la vida, y por otro lado, los anticoagulantes.
No son lo mismo porque no actúan igual y, por lo tanto, no pueden utilizarse para lo mismo. Es frecuente que hayamos oído hablar de ellos como medicamentos “para tener la sangre más líquida”.
Las plaquetas y la coagulación
Cuando nos hacemos una herida, nuestras plaquetas, que van nadando en la sangre como los glóbulos rojos, pero son mucho más pequeñas, se activan y se asocian entre ellas para formar un tapón. Los fármacos que evitan que las plaquetas formen estos agregados reciben el nombre de antiagregantes.
Si solamente hubiese plaquetas disueltas en la sangre, estos tapones provisionales se desprenderían con mucha facilidad y volveríamos a sangrar. Hace falta que se sujeten con una especie de malla, que se construye sobre las plaquetas y que da más estabilidad. Esta malla la componen las proteínas de la coagulación. Los fármacos que interfieren con estas proteínas reciben el nombre de anticoagulantes.
La fibrilación auricular
Hay que destacar que la sangre puede quedar remansada dentro del corazón en las personas que padecen fibrilación auricular. Esta alteración del ritmo cardiaco es causada por el envejecimiento, la hipertensión arterial y la diabetes fundamentalmente, pero también puede estar provocada por alteraciones del tiroides, consumo de drogas excitantes o alcohol, entre otras causas.
Estos trombos se generan dentro de la aurícula izquierda y pueden migrar desde esta cavidad cardiaca a través de las arterias a la circulación cerebral, provocando ictus.
Tratamiento anticoagulante de la fibrilación auricular
Los anticoagulantes disponibles son inyectables, como las heparinas, pero también los hay que se pueden tomar en pastillas como el acenocumarol o la warfarina. También existen otros nuevos anticoagulantes, denominados anticoagulantes de acción directa, que son rivaroxabán, dabigatrán, apixabán y edoxabán, que han demostrado ser no inferiores a sus antecesores.
Las trombosis arteriales por aterotrombosis o ruptura de placas de ateroma se tratan evitando que las plaquetas inicien la formación de trombo, con aspirina por ejemplo.
Sin embargo, para la prevención del ictus por fibrilación auricular los antiagregantes no han demostrado tener eficacia. El único tratamiento eficaz contra la trombosis venosa y las trombosis producidas por la fibrilación auricular son los anticoagulantes. Muchos pacientes en la consulta me preguntan por qué necesitan anticoagulantes si ya están tomando aspirina, y la explicación es esta: la aspirina no les protege contra los ictus que les puede ocasionar una fibrilación auricular.
Los nuevos anticoagulantes directos están contraindicados en pacientes con prótesis valvulares mecánicas, con enfermedad de la válvula mitral de tipo reumático y en casos de insuficiencia renal muy grave. En el resto de casos serían casi siempre de primera elección los anticoagulantes de acción directa. Sin embargo, el informe de posicionamiento terapéutico de la Agencia Española de Medicamentos y Productos sanitarios (Aemps) restringe su uso a determinados casos.
La mejor opción terapéutica disponible para la fibrilación auricular es, por lo tanto, la anticoagulación oral y nunca con aspirina u otros antiagregantes.
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