El mundo enfrenta una epidemia de alcance global. No es la primera y probablemente no será la última, sin embargo, la epidemia de coronavirus se acompaña de varias peculiaridades preocupantes.
Una de ellas es que se origina en China, donde la censura de la información es habitual. Hay muchas dudas e interrogantes dado que los datos transmitidos no gozan de total confianza y credibilidad.
La cronología de los hechos
A finales de diciembre de 2019 surgieron las primeras noticias que hablaban de la aparición de algunos casos de neumonía viral –infección respiratoria severa– provocados por un nuevo agente: un coronavirus originado en China.
El 31 de diciembre se notificaron 27 casos de neumonía de origen desconocido, siete de ellos graves. El análisis epidemiológico mostró que los enfermos estaban todos vinculados con un mercado de Wuhan, una urbe de 11 millones de habitantes, por lo que surgió la hipótesis de una antropozoonosis.
El día 11 de enero se informó sobre la primera muerte ocasionada por el coronavirus. A la fecha se han reportado alrededor de 10.000 casos y cerca de 300 fallecimientos (todos en China).
Estos números hablan de una gran diseminación y contagiosidad del virus, con una letalidad relativamente baja, ya que además los primeros fallecimientos se registraron en población de riesgo: portadores de enfermedades crónicas, diabéticos, obesos, inmunodeprimidos.
El virus responsable ha sido identificado y aislado, habiéndose ya realizado su secuenciación genética. El nombre científico del virus es 2019-nCoV.
Naturaleza y origen del virus. antropozoonosis
Las antropozoonosis se originan por contacto de humanos con secreciones o excreciones de animales, en particular de origen silvestre. Existen numerosos mercados chinos que comercializan especies exóticas silvestres, murciélagos, roedores y serpientes -incluso vivas-. A su vez, es conocido que los excrementos de roedores y murciélagos contienen una gran cantidad de virus diferentes a los presentes en el hábitat urbano y frente a los cuales el ser humano carece de inmunidad.
La hipótesis más difundida refiere al contagio a partir del contacto con virus contenidos en estas secreciones con un ser humano con baja inmunidad. Luego, a partir de mutaciones del virus (que son características y constantes), el agente habría adquirido la capacidad de contagio de persona a persona. El contagio se hace a través de secreciones que son impulsadas al exterior a través de la tos, un síntoma común de las infecciones respiratorias.
En cuanto a su naturaleza, se trata de un coronavirus potencialmente similar al causante del Síndrome Respiratorio Agudo Grave o SARS que se desató en el sur de China en 2001. Esa epidemia contagió a más de 8 mil personas en todo el mundo años y cobró la vida de más de 700 individuos. El actual virus tendría una capacidad de propagación mayor (ya habría superado el número de casos del SARS) pero su letalidad o mortalidad es bastante menor.
La repercusión mundial
China ha aplicado la mayor cuarentena de la historia, aislando a más de 40 millones de personas. Si bien las medidas de cuarentena se focalizaron en Wuhan, en varias ciudades aledañas se ha establecido el aislamiento como medida precautoria, con militarización de los controles de entrada y salida. A su vez, el gobierno de China ha aconsejado a sus ciudadanos que pospongan los viajes al extranjero, múltiples actividades públicas fueron canceladas y se cerraron centros turísticos como la Ciudad Prohibida de Pekín, las visitas a la Gran Muralla y el parque de atracciones de Disneyland en Shanghai.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró emergencia internacional ante la rápida expansión del brote de la enfermedad, que ya ha sido reportado en 20 países. Esta es una medida extrema, siendo la sexta vez que es declarada esta emergencia global. Las anteriores fueron por la gripe H1N1 en 2009, el ébola en 2014 y 2019, polio en 2014 y el de virus zika en 2016.
Desde varios gobiernos se ha instado a sus ciudadanos a evitar los viajes al país oriental, entre ellos Alemania y Estados Unidos. A su vez, varios países han comenzado a repatriar primero a sus delegaciones diplomáticas en la región y luego a ciudadanos comunes (Uruguay ha hecho lo propio). Hay reportes de cruceros y aviones de pasajeros retenidos en cuarentena por la posibilidad de que alguno de sus viajeros sea portador de la enfermedad. Los evacuados son sometidos a estrictos controles antes de ingresar a sus países y luego se les realiza control diario durante 15 días, cubriendo el período de incubación de la enfermedad.
Si bien aún no se ha cancelado el tráfico aéreo y marítimo a China y tampoco se ha interrumpido el comercio, esta medida extrema puede aplicarse en cualquier momento si continúan reportándose víctimas.
¿Qué medidas podemos adoptar como protección?
La primera es evitar el contacto con personas que puedan haber visitado China recientemente.
También evitar el contacto con enfermos que presentan síntomas respiratorios (tos seca, fiebre, dolores musculares) y extremar las medidas de higiene personal: lavado frecuente de manos y cambio de ropa. Sólo en el caso del personal de salud afectado al contacto con estos enfermos se aconseja el uso de barbijo o máscara protectora.
En caso de aparición de un cuadro respiratorio de tipo «gripe», o un cuadro de fiebre sin causa aparente, es necesario consultar de inmediato al médico, particularmente considerando que estamos en época de baja prevalencia de las virosis comunes.
Existe ya un protocolo de actuación en conocimiento de las instituciones de salud, dispuesto por el Ministerio.
¿Hay alguna noticia esperanzadora?
La tecnología de producción de vacunas está muy adelantada. Varios laboratorios y organizaciones están trabajando activamente en la elaboración de una vacuna.
En primer lugar, destacar que se trata de una epidemia de rápida diseminación pero de baja mortalidad. Debe destacarse que el virus en sí tiene una gran capacidad de propagación, pero su letalidad es baja en personas con sus defensas intactas.
A su vez, la respuesta tanto en China como a nivel internacional, hace avizorar un rápido control de la epidemia.
También debemos relativizar los números de infectados y casos mortales. En efecto, 10000 contagiados y 300 muertos es un número significativo, pero no tanto si lo comparamos con otras pandemias del pasado.
Hace 8 siglos, la peste bubónica azotó Europa durante 25 años, matando a 20:000.000 de personas, un 40% de su población, totalizando el total de muertos los 45 millones incluyendo Asia y África.
Entre 1918 y 1920, la gripe española mató cerca de 100 millones de personas en todo el mundo (un 5% de la población mundial), infectando a un tercio de los seres humanos en todo el globo.
Sin irnos tan atrás, el SIDA surgió también como una neumonía en 1981 y recién en 1986 se aisló y conoció como VIH. Hoy 40 millones de personas viven con VIH y si bien la tasa de control de la enfermedad es alto, la epidemia ha matado a 32 millones de personas en estos casi 40 años, casi tantos como la peste.
En suma, la infección por coronavirus implica un peligro real de pandemia, pero tanto la baja letalidad del virus como la rápida y potente respuesta sanitaria a nivel global, nos permite albergar la esperanza de que esta alerta sea efectiva y prontamente superada.
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