El infarto de miocardio es la principal causa de muerte a nivel mundial: se registran 14 millones de casos por año. Y al contrario de lo que se suele creer, más de 3 de cada 4 de estas muertes se registran en países de bajos y medianos ingresos, afectando a ambos sexos por igual.
En Uruguay, las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la primera causa de muerte, siendo responsables de casi el 30% de los fallecimientos, seguidos por el cáncer y las enfermedades respiratorias. Dentro de este grupo, las enfermedades cerebrovasculares (accidente vascular cerebral, ACV) resultan ser la primera causa de muerte, seguido por las enfermedades isquémicas del corazón (infarto de miocardio).
El infarto de miocardio se produce como consecuencia de la obstrucción de una arteria coronaria (vasos que nutren al corazón) afectada de aterosclerosis. El proceso de aterosclerosis coronaria se gesta durante muchos años, en forma asintomática o silente, hasta que aparecen síntomas como el dolor precordial al esfuerzo, pero muchas veces el debut de la enfermedad es con un infarto de miocardio. Casi dos tercios de las personas que sufren un infarto de miocardio mueren antes de recibir atención médica.
El aspecto positivo es que el 90% de los infartos de miocardio son prevenibles. Algunos factores aumentan la probabilidad de aterosclerosis coronaria, y por ende, de infarto de miocardio. Estos se denominan factores de riesgo, los cuales pueden ser clásicos y en una alta proporción modificables y prevenibles, como el tabaquismo, el colesterol elevado, la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad. En el 90% de los infartos se puede identificar un factor de riesgo cardiovascular evitable y potencialmente reversible, entre los que el más importante es el tabaco, pero también una dieta no saludable y la falta de ejercicio físico, dos malos hábitos que pueden conducir a la alteración de las cifras de presión arterial, los lípidos en sangre, la obesidad y la diabetes. Desde el punto de vista de la salud cardiovascular, el tipo de obesidad más peligrosa es la obesidad abdominal u obesidad central, es decir, el exceso de grasa que se acumula en torno a la cintura y que favorece la acumulación de grasas alrededor de distintos órganos como el hígado (obesidad visceral). En los hombres, la medida de la cintura no debe exceder de los 102 centímetros, mientras que las mujeres no deben tener más de 88 cm de cintura.
La mayoría de las veces, el riesgo cardiovascular de una persona no se debe a un solo factor, sino a varios. En estos casos, el riesgo cardiovascular resultante de estos factores no es una suma de los mismos, se multiplica. Esto no significa que el infarto de miocardio sea una enfermedad totalmente prevenible, ya que hay otros factores de riesgo que no son modificables, como los inherentes a la carga genética de cada individuo (antecedentes familiares). El sexo de cada uno también influye, ya que los hombres tienen más predisposición a presentar infarto de miocardio que las mujeres, al menos hasta que se llega a la menopausia. La edad es otro factor no modificable, y la enfermedad cardiovascular tiene mayor impacto en los mayores de 70 años. Al ser una enfermedad que habitualmente no presenta síntomas hasta encontrarse en una etapa avanzada, es muy importante tratar de detectarla antes que se manifieste clínicamente, y llevar a cabo lo que se denomina “prevención primaria”. En la prevención, se deben identificar si existen factores de riesgo para intentar su modificación con recomendación de medidas higiénico-dietéticas.
Identificación de problemas
Alimentación poco saludable: una dieta poco saludable es aquella que contiene: mucha comida (demasiadas calorías), muchas sustancias grasas, azúcar o sal, y pocas frutas y verduras. La dieta poco saludable suele contener una gran proporción de comida rápida que es rica en grasas, azúcares y sal; así como bebidas gaseosas azucaradas.
Inactividad física o sedentarismo: practicar ejercicio físico de intensidad moderada regularmente, como caminar a buen ritmo entre 30 y 60 minutos diarios, al menos 5 días por semana, y seguir una dieta sana y cardiosaludable son dos pilares fundamentales para prevenir el sobrepeso, la obesidad y, en particular, la obesidad abdominal, situaciones que pueden conducir a la alteración de varios parámetros del organismo, al desarrollo del síndrome metabólico y, por lo tanto, de distintas enfermedades cardiovasculares.
Tabaquismo: el consumo de tabaco aumenta de forma considerable la probabilidad de padecer un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular, además de ser causa de cáncer y enfermedades pulmonares. La inhalación pasiva del humo del tabaco también causa daño.
Falta de controles médicos: además de seguir unos hábitos de vida cardiosaludables para evitar la obesidad, se recomienda a partir de los 40 años acudir al médico cada cierto tiempo para conocer si se presentan factores de riesgo. De la consulta médica surgirá si existe historia familiar, tabaquismo, cifras de presión arterial elevada, etc., y con los exámenes de laboratorio se determinará si los lípidos y la glucosa se encuentran dentro de los parámetros de normalidad.
Los resultados de la analítica médica combinados con la edad del individuo, el índice de masa corporal y la medida del perímetro abdominal, o circunferencia de la cintura, permiten estimar el riesgo cardiovascular de cada persona mediante distintas tablas de cálculo. En caso de que se detecte un factor de riesgo alterado, casi siempre es posible actuar para corregirlo y contrarrestar el riesgo cardiovascular. Algunos de estos son:
Hipertensión arterial
Es uno de principales factores de riesgo de infarto de miocardio. Para evitar que la presión arterial aumente, se debe permanecer activo, mantener un peso adecuado y comer alimentos sanos. La alimentación sana incluye una cantidad considerable de frutas y verduras, reducir la sal en la dieta y disminuir las bebidas alcohólicas. Si a pesar de todas estas modificaciones del estilo de vida, no se logra reducir la presión arterial, se indicarán medicamentos individualizados para cada caso.
Diabetes
La hiperglucemia o azúcar elevada en la sangre acelera la aterosclerosis, que a su vez aumenta mucho el riesgo de padecer infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares. El tratamiento de la diabetes exige un cambio de alimentación y estilo de vida. A veces, es necesario tomar medicamentos que reducen la glucemia.
Dislipemia
Las grasas de la sangre son un grupo de sustancias diversas entre las que se encuentran el colesterol y los triglicéridos. La dislipemia hace que se formen depósitos grasos en las arterias, y ello fomenta la aparición de aterosclerosis. Si existen concentraciones elevadas de colesterol o triglicéridos en la sangre, se debe ingerir una menor cantidad de alimentos grasos, permanecer activo y controlar el peso. En caso de que estas medidas no fueran suficientes, el médico indicará también tratamiento con fármacos destinado a corregir este factor de riesgo.
En el 90% de los infartos se puede identificar un factor de riesgo cardiovascular evitable y potencialmente reversible.
En caso de que se detecte un factor de riesgo alterado, casi siempre es posible actuar para corregirlo y contrarrestarlo.
Por Dr. Jorge Facal / Hola Salud.