Los sarcomas son tumores malignos poco frecuentes y con una gran diversidad: representan solo el 1% de todos los cánceres y se han descrito unos 150 tipos distintos, que pueden localizarse en cualquier parte del cuerpo.
Con estos rasgos, no es de extrañar que el diagnóstico se retrase varios meses.
Otro elemento que contribuye a demorar la detección de este tipo de cánceres es que se desconocen las causas que lo provocan y no se han identificado factores de riesgo, salvo en casos muy excepcionales.
Para mayor complicación, aunque pueden presentarse a cualquier edad, se encuentran entre los tumores más frecuentes en personas de corta edad. El cáncer en niños y adolescentes es muy raro, pero si lo tienen es uno de los que más aparece.
Signos que pueden despertar sospechas
Los síntomas iniciales de estos tumores con frecuencia son escasamente específicos, poco llamativos, muy vulgares y, sobre todo, el índice de sospecha es muy bajo. En otros cánceres hay signos de alerta mucho más claros.
Pero si llega a la consulta de un médico un paciente joven que se está quejando de dolor en la rodilla, rara vez pone el sarcoma entre sus prioridades y por eso el retraso diagnóstico suele ser de meses. Es muy probable que los profesionales sanitarios que lo atienden tiendan a pensar, sobre todo si se trata de un joven que practica ejercicio físico de forma habitual, que se trata de una rotura fibrilar, tendinitis u otras lesiones deportivas.
En el caso de los más pequeños, es habitual que las molestias en las extremidades se achaquen a dolores de crecimiento. Como todos los dolores tienden a tener un curso más o menos oscilante, si encima se le administran analgésicos, es verdad que a lo mejor ese niño se queja menos durante las semanas siguientes. Y, de esta manera, ya se han perdido dos meses de diagnóstico. Pero hay un aspecto que conviene no pasar por alto: los dolores de crecimiento suelen ser bilaterales, es decir, afectan por igual a los dos lados del cuerpo. En cambio, los tumores solo duelen, lógicamente, en el lado en el que se producen.
Asimismo, los dolores propios de la etapa de crecimiento suelen ser puntuales y de una intensidad moderada. Si un niño se queja siempre del mismo lado y además se añaden otros agravantes, como que el dolor le despierta por la noche, ahí hay que poner las antenas.
Algo parecido sucede con los bultos que deben levantar sospechas: no es lo mismo un bulto pequeño que no molesta y siempre ha estado ahí que otro que ha aparecido de pronto, está creciendo y molesta. Puede deberse a muchas otras cosas, pero hay que descartar que sea maligno.
Recapitulando, estos serían los principales signos de alerta:
· Dolor: que sea muy asimétrico (solo en un brazo o pierna) y persistente.
· Aparición de un bulto: del tamaño de una pelota de golf en los adultos y como una canica en los niños. Que haya aparecido hace poco, crezca, duela…
Llegar a tiempo mejora el pronóstico
En principio, los sarcomas no se encuentran entre los cánceres con peor pronóstico. No obstante, es importante llegar a tiempo. En términos generales, si se puede extirpar y el equipo que lo lleva a cabo lo hace bien, el pronóstico es bueno. Cualquiera se podría curar. En cambio, cuando se diagnostica en una fase en la cual ya no se puede extirpar, y no digamos si ha dado metástasis, el pronóstico empeora.
En general, el problema en el sarcoma, más que la agresividad, es el retraso en el diagnóstico. Es de suma importancia acudir a un centro especializado ante la mera sospecha, antes de hacer nada. Actuar de forma precipitada puede llevar a extirpar un bulto sin biopsiarlo, lo que constituye “un error” porque, “salvo en los sarcomas más pequeños, siempre hay que tener una biopsia previa” para saber qué tipo de sarcoma es y decidir cómo se opera y si se administra quimioterapia o radioterapia previamente.
CuidatePlus / Farmanuario.