La epidemia de nuestro tiempo
La obesidad y el sobrepeso afectan a más de 6 personas adultas de cada 10. En tan sólo siete años se incrementó en ocho puntos ascendiendo desde 56,6% en el 2006 a 64,7% en el 2013.Un 37,2% de personas adultas con sobrepeso y un 27,6% con obesidad sitúan al país dentro de los países del mundo con mayor prevalencia.
El 27,2% de los adolescentes presentan sobrepeso u obesidad, siendo esta última del 7,0%. Los niños y adolescentes obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta.
El sobrepeso y la obesidad están asociados a la aparición de la mayoría de las enfermedades crónicas. Alrededor del 70% de las personas que son obesas presentan comorbilidades establecidas.
En efecto, el sobrepeso y la obesidad están asociados con un mayor riesgo de:
- diabetes tipo 2,
 - enfermedades cardiovasculares,
 - hipertensión,
 - síndrome metabólico,
 - algunos tipos de cáncer,
 - enfermedades musculo-esqueléticas,
 - afecciones respiratorias,
 - apnea del sueño,
 - enfermedad de la vesícula biliar,
 - hernia,
 - trastornos reproductivos,
 - incontinencia urinaria,
 - enfermedad de hígado graso,
 - depresión y
 - otros desórdenes de salud mental.
 
Por este motivo, las estrategias para la prevención del sobrepeso y de la obesidad son la base para la prevención de muchas de las enfermedades crónicas.
Cambios en el consumo de alimentos y disminución de la actividad física
Cambios significativos en el consumo de alimentos ricos en energía y una reducción de la actividad física, han contribuido a generar un ambiente “obesogénico”, es decir, un ambiente que promueve el aumento de peso excesivo. Algunos cambios a destacar son:
- Mayor disponibilidad y menor costo relativo de los alimentos ricos en energía, azúcar y sodio.
 - Mayor publicidad de alimentos y bebidas con alta densidad de energía, y pobres en nutrientes dirigida especialmente a niños.
 - Gran dependencia hacia el transporte público y autos que reducen el gasto de energía en las actividades diarias.
 - Reducción de la percepción de seguridad que conlleva a un menor número de oportunidades para la actividad física.
 - Mayor disponibilidad de avances tecnológicos que contribuyen a la inactividad y disminuyen el gasto de energía.
 - Mayor número de mujeres en la fuerza laboral remunerada.
 - Desplazamiento de actividades familiares activas por sedentarias.
 - Disminución de las habilidades en la cocina, y una mayor dependencia de la comida lista para consumir.
 
Factores asociados al sobrepeso y obesidad

Lactancia materna: hay pruebas convincentes de que la lactancia en comparación con la alimentación con fórmula se asocia con un menor riesgo de obesidad en la infancia, la adolescencia y la adultez temprana.
Peso al nacer: tanto el bajo peso (por debajo de 2500 g) como la macrosomía (por encima de 4000 g) se asocian con un mayor riesgo de sobrepeso u obesidad en la infancia, la adolescencia y la vida adulta. La prevalencia de nacimientos con macrosomía ha venido en aumento.
Ganancia acelerada de peso en la infancia: hay pruebas convincentes de que la ganancia excesiva de peso durante la primera infancia se asocia con un mayor riesgo de tener sobrepeso en la infancia y en la vida adulta.
Sobrepeso de los padres: hay pruebas convincentes de que la presencia de sobrepeso u obesidad en los padres se asocia con un mayor riesgo del niño al sobrepeso u obesidad. El riesgo es mayor cuando ambos padres tienen sobrepeso u obesidad.
Tabaquismo materno: hay evidencia de que los bebés nacidos de madres que fuman durante el embarazo, tienen un mayor riesgo de convertirse en obesos o con sobrepeso en la adolescencia y en la edad adulta.
Horas de pantalla: la evidencia reciente sugiere que las horas dedicadas a ver la televisión por los niños se asocia con un mayor riesgo de sobrepeso u obesidad. El uso de computadoras, videojuegos, incluyendo la televisión, disminuye el tiempo que los niños hacen actividad física y aumenta el consumo de refrescos, snacks y golosinas que aumentan la ingesta calórica.
Falta de desayuno: evidencia moderada sugiere que los niños que no desayunan tienen un riesgo aumentado de sobrepeso y obesidad. La evidencia es más fuerte para adolescentes. Hay evidencia inconsistente de que los adultos que saltean el desayuno presentan un riesgo aumentado de sobrepeso y obesidad.
Frecuencia de las comidas: el aumento de la frecuencia de las comidas aumenta el metabolismo, reduce el hambre, mejora la glucosa y el control de la insulina y reduce el peso corporal, por lo que es una estrategia para la pérdida de peso y/o el mantenimiento de un peso corporal saludable.
Tamaño de las porciones: existe fuerte evidencia que documenta una relación positiva entre el tamaño de las porciones y el peso corporal. El tamaño de las porciones se ha incrementado desde la década de 1970. La tendencia se ha observado tanto en restaurantes y supermercados como en el hogar.
Consumo de cómida rápida y productos ultraprocesados: Las ventas de alimentos ultraprocesados y de comida rápida han aumentado en paralelo con las tasas de obesidad en todo el mundo. El consumo de alimentos y bebidas ultraprocesados y de comida rápida en el país es muy alto (149,5 kg por persona/año), lo que posiciona al Uruguay como uno de los países de Latinoamérica con mayor crecimiento en las ventas durante el período 2000-2013: 68,4% de incremento en alimentos ultraprocesados; 146,0% en bebidas y 75% en comida rápida.
Publicidad de alimentos no saludables para niños: la publicidad y otras formas de mercadotecnia de alimentos y bebidas dirigidas a los niños tienen un gran alcance y se centran principalmente en productos ricos en grasas, azúcar o sal. Las distintas normas nacionales sobre la publicidad dirigida a los niños podrían tener un papel en la diferente prevalencia de la obesidad infantil en diferentes países.
Situación socioeconómica: las familias de bajo nivel socioeconómico tienen un riesgo incrementado de sobrepeso y obesidad durante la infancia, la adolescencia y la juventud
Corta duración del sueño: Los vínculos entre corta duración del sueño y la obesidad, la diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedad cardiovascular pueden ser mediados a través de cambios en la ingesta alimentaria.
Aunque el impacto de corta duración del sueño sobre la ingesta dietética tiende a ser pequeña, si es crónica, puede contribuir a un mayor riesgo de obesidad y las enfermedades crónicas relacionadas.

                                    