Lo que llamamos natación para bebés o matronatación poco tiene que ver con nadar, al menos con lo que la mayoría de personas entienden por aprender a nadar, ya que este planteamiento no se podrá lograr hasta los 4 o 5 años. Antes de esta edad los niños son demasiado pequeños para desarrollar autonomía en el agua y adquirir los movimientos de la natación.
Por lo tanto hay que aclarar que una cosa es el disfrute, dominio y adquisición de ciertas habilidades, y otra muy distinta aprender a nadar. Esto es algo que los padres han de tener muy claro.
Entre los 6 meses y los 3 años el niño disfruta del placer sensoriomotor dentro del medio acuático, que le ayudará al aprendizaje de los estilos crol, espalda, pecho y mariposa en un futuro.
Los recién nacidos están perfectamente dotados de una variedad de reflejos que hacen posible el progresivo desarrollo de una conducta adaptada al medio en que se desenvuelvan, en este caso el agua.
Limitar las experiencias del primer año del bebé a quedarse en la cuna, en el coche o en su casa exclusivamente, significa restringir el desarrollo tanto físico como intelectual de nuestro bebé, en un período crítico de su vida.
Todos los profesionales de la salud reconocen la importancia de los primeros años en la vida del individuo y, a veces no prestamos la atención necesaria hasta la entrada en la escuela.
El objetivo más importante de esta actividad se centra en reforzar el vínculo de amor y confianza entre la madre y el bebé, haciendo que ambos compartan una experiencia original, única e irrepetible, fortaleciendo la relación afectiva y cognitiva entre bebé-mamá-papá. Además, por si esto fuera poco, se van a crear situaciones de juego, dentro de un ámbito lúdico y recreativo.
Beneficios que la natación aporta a los bebés
Favorece el desarrollo psicomotor. El bebé que aún no camina encuentra en el agua la posibilidad de moverse de forma tridimensional, siendo mucho mayor la libertad y continuidad de movimientos. A muy temprana edad comienzan a tener nociones de desplazamiento y distancia de una gran riqueza y sensibilidad, lo que redundará en una mayor coordinación motriz.
La natación fortalece del sistema cardiorrespiratorio, es decir, contribuye a fortalecer el corazón y los pulmones. Debido al trabajo respiratorio que se realiza en el agua se aumenta la eficiencia en la oxigenación y el traslado de la sangre.
También ayuda al sistema inmunológico, por lo que las defensas de los pequeños se ven favorecidas.
Se cree que esta práctica aumenta el coeficiente intelectual. Está demostrado que los bebés que han hecho natación en los 2 primeros años de vida desarrollan una percepción mayor del mundo que los rodea, con lo que ya están aprendiendo a ser más creativos y observadores.
El agua estimula la capacidad de juego del niño y este hecho repercutirá muy positivamente en aprendizajes futuros. Además mejora y fortalece la relación afectiva y cognitiva entre bebé-mamá-papá. La realización de un programa acuático llevará al bebé, junto con sus papás, a compartir situaciones ricas y profundas que no sucederán de otra forma. Se van a juntar las reacciones innatas e instintivas del bebé con las propias vivencias que genera la práctica de la natación, que sin duda ayudarán al conocimiento mutuo, alimentando el amor y orgullo de mamá y papá.
Inicia la socialización sin traumas en un ambiente lúdico y recreativo. Es un medio ideal para desarrollarse como persona y relacionarse con su entorno de una forma natural. La convivencia en la piscina con otros niños le ayudará a relacionarse mejor; además aprenderá a compartir y realizar actividades junto a otras personas. El niño adquiere más confianza para comunicarse y desarrollarse en grupo, ya que estará en constante contacto con instructores y niños.
Compartir la actividad con otros niños ayuda a comenzar con el trabajo de la capacidad de espera, como la espera de turnos para lanzarse al agua, o realizar otras actividades en conjunto.
Desarrolla las habilidades vitales de supervivencia. Un ejemplo de ello es el aprender a girarse sobre su espalda y flotar ante una caída al agua.
Por último, pero no menos importante, la natación ayuda al bebé a relajarse y a sentirse más seguro.
Por todos estos aspectos, se considera que la natación es una práctica completa y enriquecedora tanto para los bebés como para sus padres.
Licenciada en Psicomotricidad Laura Bustos, [email protected]
Fuente: Padres Hoy