La Artritis Reumatoide (AR) es una enfermedad crónica inflamatoria, autoinmune de etiología desconocida que afecta 0,5 a 1% de los adultos en Europa y EEUU, con variación según la región, y es 3 veces más frecuente en mujeres.
Si bien puede comenzar en cualquier etapa de la vida, la mayor incidencia es alrededor de los 50 años.
Se puede presentar en forma mono, oligo o poliarticular, con o sin compromiso sistémico.
El riesgo cardiovascular y el riesgo de linfoma están aumentados en AR y esto se asocia con una disminución en la expectativa de vida de 7 años.
Desde el punto de vista patogénico, se afecta la sinovial articular en primera instancia, produciendo un proceso inflamatorio denominado pannus que es capaz de invadir el resto de las estructuras de la articulación y conducir a la destrucción del cartílago articular y a la formación de erosiones óseas. Como consecuencia, se produce un daño estructural en la articulación con el consiguiente deterioro funcional y discapacidad del paciente.
Según los Dres. Albanese, Chijani y otros distinguidos colegas de la Liga Panamericana de Asociaciones de Reumatología (PANLAR), existe una ventana de oportunidad terapéutica al inicio de la enfermedad, lo cual conduciría, incluso en algunos casos, a la remisión completa.
Ventana de oportunidad terapéutica
El tratamiento con inmunomoduladores limita la sinovitis y enlentece la producción de daño estructural, pero no cura la enfermedad.
Existe cada vez mayor evidencia que sugiere que en las fases muy tempranas de la enfermedad, en los primeros meses después de iniciados los síntomas, la terapia con inmunomoduladores sería más eficaz para su control que en etapas más tardías.
Hay algunos estudios que sugieren que la AR en etapa temprana es cualitativa y cuantitativamente diferente de la AR establecida, y la progresión de la enfermedad cambia si se inicia el tratamiento en etapa precoz.
Los 3 primeros meses después del comienzo de los síntomas representan una fase distintiva y transitoria de la enfermedad caracterizada por un perfil de citoquinas diferente al existente en la AR establecida, que podrían perpetuar la inflamación y conducir al daño estructural y discapacidad funcional.
La discapacidad inicial, debida a la inflamación, es reversible, pero el daño estructural es irreversible y progresivo. Es claro que éste está condicionado por una sencilla fórmula:
Inflamacion X tiempo = daño estructural,
donde el grado de inflamación mantenido en el tiempo es el responsable del deterioro articular.
Cuando el tratamiento remisivo se inicia en los 3 a 4 meses después de iniciados los síntomas, se obtienen mejores resultados y se puede evitar el daño articular, la discapacidad e incluso en algunos casos se puede lograr remisión completa.
Como resultado de todo esto el tratamiento muy precoz de la AR es hoy un objetivo real: ¡cuánto más temprano mejor!
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