Los antiagregantes plaquetarios son usados de forma rutinaria tanto en prevención primaria como secundaria de accidentes cardiovasculares. El desarrollo de nuevos agentes y el auge del intervencionismo coronario, han hecho que el tratamiento antiagregante sea más prescrito y utilizado durante más tiempo. El efecto secundario más importante, en especial de las tienopiridinas (clopidogrel y ticlopidina) es el aumento de la incidencia de complicaciones hemorrágicas, siendo las gastrointestinales las más prevalentes. El clopidogrel, es un profármaco que se activa en el hígado por el citocromo P450, en especial las isoenzimas CYP2C19 y CYP3A4. La disminución de la conversión hepática de este agente en su metabolito activo, se ha relacionado con la utilización conjunta de omeprazol. Este IBP como los restantes, son inhibidores de dicha enzima, aunque no todos lo hacen de la misma forma.
La evaluación cuantitativa del riesgo hemorrágico gastrointestinal (la edad ≥ 70 años, historia ulcerosa previa, infección por H. pylori, toma simultánea de anticoagulantes orales, AINE o corticoides) ha ido por detrás del desarrollo y la validación de herramientas terapéuticas para evitar complicaciones hemorrágicas.
La relevancia clínica de la interacción clopidogrel-omeprazol se mantiene sin resolver.
En este contexto, se considera necesario diseñar y realizar ensayos clínicos controlados con el objetivo primario de valorar la relevancia clínica de esta interacción. Mientras no se dispone de este tipo de evidencia, sería conveniente seguir las recomendaciones realizadas por la FDA, como son: evaluar la necesidad del tratamiento con inhibidores de la bomba de protones y, en caso de ser necesario, preferir el pantoprazol al omeprazol. A la luz de las limitaciones metodológicas importantes, en lo que respecta a la interacción entre IBP y clopidogrel, la falta de evidencia de una hipótesis plausible metodológicamente, tanto en este aspecto, como en el caso de resistencia al AAS, la tendencia actual de retirar los IBP no está justificada y puede hacer más daño que beneficio en pacientes de alto riesgo de hemorragia gastrointestinal. Similar situación es la sustitución del IBP por bloqueadores H2. Estos últimos, ofrecen una gastroprotección insuficiente, notoriamente inferior a la brindada por los IBP. La administración de ranitidina o famotidina en un paciente bajo tratamiento con warfarinicos o tienopiridinas, cuando esté indicada la gastroprotección, en lugar de IBP es incorrecta y sinónimo de mala praxis.
IBP y su relación con la carcinogénesis…
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