Un nuevo avance científico da nuevas posibilidades al tratamiento del párkinson.
Patricia González-Rodríguez, científica de Arcos de la Frontera (Cádiz) y formada en la Universidad de Sevilla, ha continuado en la Universidad Northwestern de Chicago la carrera que inició en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS). Este miércoles encabeza una de esas investigaciones fundamentales en parkinson. El trabajo demuestra cómo los defectos en el complejo mitocondrial 1 del cerebro, necesario para la supervivencia de las neuronas que producen dopamina y cuya ausencia o disfunción produce la destrucción de estas, generan una lenta pero continua progresión del párkinson. El hallazgo identifica además dianas terapéuticas para frenar e incluso revertir la enfermedad.
José López Barneo, catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de Sevilla es coautor de la investigación y explica cómo el párkinson se genera por la “muerte de muchas neuronas, pero, en especial, las más importantes, las de la sustancia gris del cerebro que generan dopamina”, un neurotransmisor fundamental para la función motora del organismo. Las consecuencias de esta muerte neuronal se traducen en los temblores y la rigidez que evidencian los primeros síntomas del párkinson, “el síndrome motor característico de la enfermedad”.
El científico comenta que “hace tiempo que se habían asociado las mitocondrias [los orgánulos responsables de la respiración celular, las plantas energéticas del cuerpo] con el párkinson, pero la patogénesis, las causas de la enfermedad, cómo se produce y cómo mueren las neuronas, no se conoce bien”. “Descubrirlo”, añade López Barneo, “puede generar medicaciones que irían a la causa de la enfermedad, no solamente a los síntomas”.
La científica andaluza añade que “la ausencia de un modelo adecuado para probar esta hipótesis ha generado confusión en el campo del párkinson, sin saber si los defectos del complejo mitocondrial 1 eran causa o consecuencia de la enfermedad”.
La investigación encabezada por Rodríguez-González lo demuestra por primera vez e identifica que la disfunción en esta zona del cerebro es primero.
Este es uno de los hallazgos más relevantes de esta investigación. Los estudios de cerebros de fallecidos habían identificado la presencia de muerte neuronal en la sustancia negra del cerebro, el principal centro productor de dopamina. Según López Barneo, “se pensaba que había relación con el párkinson, pero no había una evidencia directa de que eso fuese así”.
González-Rodríguez aclara: “Durante más de 30 años, la opinión predominante ha sido que los síntomas motores cardinales del párkinson son causados por el agotamiento de dopamina en los axones. Sin embargo, nosotros concluimos que es necesaria también la falta de dopamina en el soma para que se dé el parkinsonismo (movimientos anormales)”.
Las neuronas son potencialmente rescatables antes de que acaben muriendo y ahí hay una ventana a la terapia muy amplia. Podría ser reversible en algún momento José López Barneo.
La investigación del proceso también es relevante porque, según detalla López Barneo, “las neuronas no mueren cuando este complejo falla, sino que comienzan a funcionar mal”: “Siguen vivas por mecanismos adaptativos, pero con cambios en su función que dan lugar a una serie de alteraciones que aparecen con el tiempo”.
Esto abre un campo terapéutico enorme porque permite nuevos abordajes, ya que la pérdida de dopamina en el núcleo estriado del cerebro produce unos síntomas iniciales que no se manifiestan con las alteraciones motoras características del párkinson. Según López Barneo, “las neuronas son potencialmente rescatables antes de que acaben muriendo y ahí hay una ventana a la terapia muy amplia. Podría ser reversible en algún momento”.
En este sentido, la autora principal de la investigación precisa que “las neuronas dopaminérgicas afectadas por la enfermedad de párkinson pierden algunas de sus propiedades y cambian su metabolismo, pero durante un tiempo largo no se mueren, es decir, podrían reactivarse (recuperarse), al contrario de lo que se pensaba hasta ahora”.
Actualmente se utiliza como tratamiento la levodopa, una molécula sustitutoria de la dopamina, y se ha observado una gran reversibilidad de la enfermedad tanto en los modelos de ratón utilizados como en casos iniciales de la enfermedad en humanos. Pero la nueva investigación abre la vía a que no sea este el único camino, sino que amplía las posibilidades a otros mecanismos y compuestos para ralentizar la progresión de la enfermedad y revertir sus efectos.
Fuente: elpais.es