Es común que en los meses de frío pasemos más tiempo dentro de casa y menos al aire libre. Y eso, como consecuencia, hace que muchas personas reduzcan en buena medida su exposición al sol. Sin embargo, la luz solar, en su medida justa y controlada, tiene beneficios significativos para la salud que no deben pasarse por alto.
El sol es una fuente natural de vitamina D, esencial para la salud ósea, inmunológica y cardiovascular. En invierno, cuando pasamos más tiempo en espacios cerrados, nuestras fuentes de vitamina D se reducen. Exponerse al sol, aunque sea por unos minutos al día, puede ayudar a mantener niveles adecuados de esta vitamina.
Además, la luz solar estimula la producción de serotonina, un neurotransmisor que influye en nuestro estado de ánimo. La falta de luz solar puede provocar trastornos afectivos estacionales, como la depresión invernal. Un paseo al aire libre durante el día puede mejorar nuestro ánimo y bienestar emocional.
El sol también juega un papel crucial en la regulación del reloj biológico interno. La exposición temprana a la luz solar ayuda a sincronizar nuestro ritmo circadiano, lo que puede mejorar la calidad del sueño y aumentar la energía durante el día.
Asimismo, la luz solar es beneficiosa para la piel. La exposición moderada puede ayudar a tratar ciertas condiciones cutáneas, como la psoriasis y el acné.
No obstante, siempre es esencial tomar precauciones durante la exposición al sol, incluso en invierno. Aunque la radiación ultravioleta es menos intensa en esta temporada, aún puede causar daño en la piel. Se recomienda usar protector solar en áreas expuestas y evitar las horas pico de radiación solar.