Este 12 de marzo se conmemora el Día Mundial del Glaucoma, una enfermedad ocular crónica que afecta al nervio óptico y que, si no se trata adecuadamente, puede llevar a la pérdida irreversible de la visión. Lo preocupante es que suele ser una enfermedad silenciosa, ya que en las etapas tempranas no presenta síntomas evidentes. Esta falta de señales perceptibles puede llevar a que las personas no busquen atención médica hasta que la enfermedad ha avanzado significativamente.
La principal causa del glaucoma -segunda causa de ceguera en el mundo- es el aumento de la presión intraocular, que puede dañar las fibras del nervio óptico. Este aumento de la presión ocurre cuando el líquido acuoso, que normalmente fluye dentro y fuera del ojo, no se drena correctamente. A medida que la presión aumenta, el nervio óptico sufre daños progresivos, generando un deterioro visual gradual.
La importancia de considerar al glaucoma como una enfermedad silenciosa radica en que, al no experimentar molestias notables en las etapas iniciales, las personas pueden subestimar la gravedad del problema y posponer las visitas al oftalmólogo. A menudo, cuando los síntomas se vuelven evidentes, el daño al nervio óptico ya está avanzado y la pérdida de visión es irreversible.
La detección temprana del glaucoma es esencial para prevenir la progresión de la enfermedad. Exámenes oftalmológicos regulares, que incluyan la medición de la presión intraocular, permiten la identificación temprana de cambios en el nervio óptico. El tratamiento puede incluir medicamentos para reducir la presión intraocular o, en casos más avanzados, cirugía para mejorar el drenaje del líquido acuoso.