El humo de un asado, una actividad que forma parte de una tradición culinaria en muchas culturas, puede tener efectos negativos en la salud pulmonar. Y es que el humo contiene una mezcla de partículas y gases, muchos de ellos dañinos para el sistema respiratorio, tanto en el corto como en el largo plazo.
Las sustancias más perjudiciales en el humo de la combustión de carbón, leña u otros combustibles sólidos son los compuestos orgánicos volátiles (COV), el monóxido de carbono (CO), y las partículas finas (PM2.5).
Las partículas finas que se generan durante la combustión pueden penetrar profundamente en los pulmones, llegando a los alvéolos, donde se intercambian el oxígeno y el dióxido de carbono. La exposición a estas partículas puede causar irritación en las vías respiratorias, provocando tos, dificultad para respirar y exacerbando condiciones preexistentes como el asma o la bronquitis crónica.
En personas sanas, la exposición prolongada o recurrente al humo del asado puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades respiratorias como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
El monóxido de carbono, presente en el humo, compite con el oxígeno en la sangre, lo que reduce la cantidad de oxígeno que los pulmones pueden transportar a los tejidos del cuerpo. Esto puede causar síntomas como fatiga, dolor de cabeza y, en casos extremos, intoxicación.
Además, los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), otro componente del humo, son carcinógenos conocidos. La exposición repetida puede aumentar el riesgo de cáncer de pulmón a largo plazo.
Para minimizar el impacto del humo de un asado, es recomendable realizarlo en espacios bien ventilados, y evitar la exposición directa y prolongada al humo.
