Están muy de moda y su consumo se ha extendido a otros ámbitos como las salidas nocturnas o los círculos de adolescentes. Pero, ¿qué hay en un energizante? ¿Deberían consumirse sin restricciones?
Las bebidas energizantes contienen cafeína, azúcares, vitaminas del grupo B, aminoácidos como la taurina, y otros estimulantes. Su objetivo es aumentar temporalmente el estado de alerta, mejorar el rendimiento físico y reducir la sensación de fatiga.
Hasta ahora, solían ser consumidos por estudiantes, deportistas o personas con jornadas prolongadas de trabajo. Sin embargo, su consumo se ha extendido a otros ámbitos. En cualquier caso, no están exentos de riesgos.
Primero: estas bebidas no deben confundirse con las isotónicas, que están diseñadas para rehidratar el cuerpo durante la actividad física.
Los energizantes pueden provocar efectos adversos como insomnio, nerviosismo, taquicardia e incluso arritmias, sobre todo si se ingieren en grandes cantidades o se combinan con alcohol.
No se recomienda su consumo en personas con hipertensión, enfermedades cardíacas, trastornos del sueño o ansiedad, niños, adolescentes ni mujeres embarazadas o en período de lactancia.
Además, su uso frecuente puede llevar a una dependencia de la cafeína.
Frente al cansancio persistente o la necesidad constante de “energía extra”, es mejor revisar hábitos de sueño, alimentación y consultar con un profesional de la salud.