Por estos días, la cúrcuma se ha puesto muy de moda por sus beneficios para la salud. Pero su sabor y potencial para el organismo es mucho más antiguo que la viralización de sus propiedades en redes sociales.
Con todo, la cúrcuma es una especia de color amarillo intenso muy utilizada en la cocina asiática. Su principal activo es la curcumina, un compuesto con potente acción antiinflamatoria y antioxidante. Estos efectos ayudan a reducir procesos inflamatorios del organismo, aliviar molestias articulares y proteger las células frente al daño oxidativo que favorece el envejecimiento y distintas enfermedades.
Así las cosas, incorporar cúrcuma a la dieta también puede beneficiar la digestión, ya que estimula la producción de bilis y favorece el funcionamiento del hígado. Además, estudios sugieren que su consumo regular puede contribuir al control de los niveles de colesterol y azúcar en sangre, apoyando la salud cardiovascular y metabólica.
Una forma sencilla de incluirla es añadirla en guisos, arroces, sopas o infusiones, combinándola con pimienta negra, que mejora la absorción de la curcumina. Sin embargo, como todo, todo en su medida justa: las dosis elevadas pueden causar malestar estomacal o interferir con ciertos medicamentos.
