Los lineales de los supermercados están repletos de productos en cuyos envases se proclama que son naturales, con el fin de dar a entender que son sanos: “100% natural”, “receta de la abuela”, “casero”, “sin colorantes ni conservantes”, “nada artificial”.
Estos mensajes publicitarios confunden a los consumidores; expertos en nutrición alertan sobre las verdades a medias, o incluso falacias, que con frecuencia se esconden tras ellos.
Una dicotomía sin sentido
Apelar a lo natural constituye una herramienta de marketing muy poderosa porque a todo el mundo le atraen conceptos como los espacios naturales. Con este reclamo se consigue crear un sentimiento positivo en el consumidor para que compre.
Pero lo cierto es que considerar que todo lo natural es bueno para la salud y que todo lo artificial es perjudicial carece por completo de sentido.
Esta preocupación en el ámbito alimentario se ha centrado, sobre todo, en los aditivos. Los productos con muchos aditivos probablemente sean ultraprocesados, pero en ese caso el problema no radica en ellos, sino en el alimento en sí, que seguramente estará hecho con materias primas de mala calidad. Entonces, ¿cómo discernir si un alimento es saludable o no? Se recomienda leer el etiquetado fijándose en tres aspectos clave:
· Denominación del alimento (no se debe confundir con la marca o el nombre comercial), que se encuentra justo delante de la lista de ingredientes. Por ejemplo, puede ser un “fiambre de pavo” (de peor calidad que la “pechuga de pavo”) o bien un “sucedáneo de queso”.
· Lista de ingredientes, que sigue un orden decreciente en función de la calidad. Así, por ejemplo, si en los primeros puestos encontramos harinas refinadas, azúcar, grasas vegetales de mala calidad, estamos ante una muestra de que no se trata de un buen producto.
· Tabla del valor nutricional, en la que hay que prestar especial atención a aspectos como la cantidad de sal (que será moderada-alta si supera los 0,7-0,8 gramos por cada 100 gramos de producto) o las grasas saturadas.
Todo lo anterior influye mucho más en la calidad de los alimentos que los aditivos.
Menos ultraprocesados y más fruta y verdura
En resumen, ni los aditivos ni los reclamos publicitarios sobre el origen natural o la supuesta (y del todo imposible) ausencia de sustancias químicas proporcionan una información realmente útil sobre la calidad de un alimento, su valor nutricional o su influencia en la salud y la prevención de enfermedades.
En cambio, el contenido de sal, grasas saturadas, azúcar y harinas refinadas sí ofrece pistas muy útiles de que se trata de alimentos ultraprocesados, cuyo consumo debe ser ocasional.
Por lo tanto, en el súper no debemos guiarnos por el marketing natural y tenemos que preocuparnos de comer mucha fruta y verdura y menos grasas y azúcar.
Cuidate Plus / Farmanuario.