No es nuevo decir que la ansiedad se ha transformado en uno de los males de estos tiempos, del que nadie está libre de enfrentarse. Sin embargo, si vamos a lo más técnico del asunto, se trata de una respuesta natural del organismo frente a situaciones de estrés o incertidumbre. Pero está claro que cuando se vuelve persistente puede afectar el bienestar físico y emocional. ¿Qué podemos hacer al respecto?
Para afrontarla, además de la ayuda profesional cuando es necesario, existen acciones diarias simples que contribuyen a reducirla. Una de ellas es mantener una rutina ordenada, ya que la organización brinda sensación de control y seguridad.
También es útil incorporar la actividad física, que libera endorfinas y ayuda a canalizar la tensión acumulada. En el mismo sentido, la respiración consciente y la meditación guiada son técnicas accesibles que permiten aquietar la mente y disminuir la aceleración de pensamientos.
Del mismo modo, dedicar algunos minutos a actividades placenteras —leer, escuchar música o realizar un pasatiempo— funciona como un alivio emocional. Y es clave que estemos conscientes y presentes en ese tiempo.
Otro factor muy importante es el descanso adecuado: dormir bien regula las emociones y fortalece la capacidad de enfrentar los desafíos diarios.
La alimentación equilibrada y la reducción de estimulantes como el café o el exceso de pantallas antes de dormir también hacen la diferencia.
Y claro, hablar con alguien de confianza y compartir lo que preocupa puede aliviar la carga interna.