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Bótox: aplicaciones y resultados

La búsqueda de una apariencia más juvenil ha crecido significativamente, aumentando la demanda de tratamientos estéticos como el uso de toxina botulínica tipo A -popularmente conocida como bótox- para contrarrestar los signos del envejecimiento.

Por Franciele Cominetti

Una de las alteraciones más reconocidas asociadas al envejecimiento facial es el desarrollo de las llamadas arrugas, que pueden dividirse en estáticas o dinámicas. Estas últimas son producidas por contracciones repetitivas de los músculos faciales y también por el envejecimiento del tegumento o de la dermis. Este envejecimiento que lleva a la formación de los diferentes tipos de arrugas es generado por dos factores: en primer lugar, el denominado envejecimiento endógeno que está signado en nuestra información genética; y, en segundo lugar, el envejecimiento exógeno derivado de factores externos como exposición a rayos UV, consumo de alcohol y tabaco, entre otros.  

Desde un punto de vista estadístico, el tratamiento estético global más elegido por el público es el uso de toxina botulínica, cuya inyección puede considerarse una opción terapéutica en varias situaciones debido a los múltiples usos que tiene hoy en día. Esta toxina es una de las herramientas más usadas dentro de la medicina estética y su aplicación está relacionada con sus indicaciones, su objetivo de tratamiento y su mecanismo de acción, variando así el lugar donde se realizan las inyecciones. Dado su mecanismo de acción, su uso estético se centra en el tratamiento de la aparición de arrugas dinámicas, mediante la inhibición de la contracción muscular. A pesar de que tiene varios usos, el que centra el 90% es el tratamiento del tercio superior de la cara: músculo frontal, glabela y periorbitario (conocidas como patas de gallo). Entre las contraindicaciones clásicas para su uso se describen enfermedades neuromusculares (miastenia gravis y otras), embarazo y lactancia.

Para aplicar la toxina botulínica tipo A es fundamental la guía de un profesional formado que tenga conocimientos anatómicos. También es de suma importancia las condiciones de almacenamiento y conservación, las dosis correctas de aplicación, así como las mejores técnicas depuradas que garanticen la seguridad del paciente. Aunque el uso de esta toxina se considera seguro pueden producirse efectos adversos, tanto por su aplicación con fines estéticos como terapéuticos. Dentro de las complicaciones más temidas, está la ptosis palpebral cuya incidencia ha disminuido mucho por la combinación de profesionales más formados y el uso de toxina con bajo radio de difusión. Los efectos secundarios en general tienen baja incidencia, siendo la ptosis palpebral casi inexistente gracias a una modernización de las técnicas modernas y al aumento del profesionalismo de los inyectores. En la mayoría de los casos, los efectos adversos son leves y se asocian a las molestias propias de la inyección, provocando edema, eritema y dolor, que remiten en los primeros días.

De ayer a hoy

Según Carvalho y Gagliani (2014), la historia de la toxina botulínica comienza en 1917 cuando Justinius Kerner relató una serie de muertes relacionadas con intoxicaciones alimentarias que sucedieron tras el consumo de embutidos ahumados. Se llevaron a cabo estudios sobre la intoxicación por toxinas y se observó que los alimentos envasados ​​en bolsas de aire no eran tóxicos y las salchichas solo se volvían tóxicas después de ser cocinadas. Hay ocho serotipos conocidos de toxina botulínica (A, B, C1, C2, D, E, F y G), de los cuáles los A y los B se utilizan clínicamente. La toxina botulínica tipo A está clasificada como el serotipo más consumido, con gran eficacia y mayor duración en procedimientos estéticos y terapéuticos. Fue aprobado en 1989 con el propósito de tratar el estrabismo, el blefaroespasmo y el espasmo hemifacial. Hoy, la toxina botulínica A se utiliza en procedimientos estéticos no permanentes, considerados no quirúrgicos y mínimamente invasivos. Es muy eficaz para restaurar, corregir y mejorar las imperfecciones faciales, proporcionando resultados satisfactorios a los pacientes. En estética, esta toxina es usada en el tratamiento de asimetrías faciales, marcas de expresión, hiperhidrosis en manos, pies, axilas, cara y región inguinal y en el tratamiento de sonrisas gingivales. En rejuvenecimiento, la neurotoxina botulínica puede atenuar arrugas frontales, peribucales, glabelares, periorbitales y nasales, y esas que se encuentran en el cuello y en la extrusión de labios. También sirve para estabilizar la punta nasal y elevar cejas y bandas platismales.

Hola Salud.

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