Hay consecuencias que son claras, como la reducción de la visibilidad. O cosas más nimias, como que se empañen los lentes. Sin embargo, la niebla puede tener varios efectos en la salud, más directos o más indirectos. A continuación, los repasamos.
Al formarse por diminutas gotas de agua suspendidas en el aire, la niebla puede atrapar contaminantes como partículas finas, gases y bacterias, lo que empeora la calidad del aire que respiramos. Esto puede provocar irritación ocular, de garganta y de las vías respiratorias, especialmente en personas con asma, bronquitis u otras enfermedades pulmonares.
Además, en días con niebla densa, quienes padecen problemas cardíacos también pueden experimentar un aumento de los síntomas, ya que la contaminación atrapada incrementa el esfuerzo del corazón.
En tanto, la humedad constante y tan alta favorece la proliferación de hongos y ácaros, lo que desencadena alergias o empeora las ya existentes.
Así las cosas, el frío y la humedad de la niebla pueden causar molestias musculares y articulares, y aumentar el riesgo de resfriados.
Si querés protegerte, limitá la exposición si es posible. Además, ventilá la casa en horarios en los que haya menos niebla y usá ropa adecuada que te proteja del frío y la humedad.