En el Día Mundial de lucha contra la Depresión (13 de Enero) pretendemos sensibilizar, orientar y prevenir a la población a nivel mundial sobre esta enfermedad, cuyas cifras aumentan de manera desproporcionada en el mundo.
La depresión es una enfermedad mental que no hace distinciones por clases sociales o sexos. No es un signo de debilidad ni tampoco de apatía y ni siquiera depende de la voluntad de uno mejorar, sino de un diagnóstico precoz seguido de un tratamiento integral entre atención primaria, psiquiatría y enfermería, que involucre también a la familia.
La depresión mayor es una enfermedad que se clasifica dentro de los trastornos del estado de ánimo, y éste se caracteriza por tristeza vital, tendencia al llanto y una afectación importante del funcionamiento personal, social, laboral y familiar de la persona afectada. La frecuencia de la depresión es tal que podría clasificarse de pandemia, haciendo un paralelismo con la actual provocada por el coronavirus.
Aunque nadie está libre de la depresión, sí es más frecuente en mujeres y puede afectar tanto a niños como a ancianos. Lo que también es cierto es que “hay unas etapas más complicadas: las medias de la vida entre los 50 y los 64 años y la tercera edad. En los ancianos se ve otro pico de frecuencia, debido a que es un grupo de población que experimenta más soledad, más enfermedades asociadas y mayor consumo de fármacos y, por tanto, efectos secundarios.
Factores de riesgo de la depresión
¿Qué circunstancias pueden ayudar a que aparezca un trastorno depresivo? Uno de los principales es haber sufrido una depresión previa. Pero, además, sufrir dolor, tener patologías crónicas que produzcan deterioro funcional o incapacidad son algunos de los factores de riesgo. También lo son los traumas infantiles, las transiciones de roles dentro de la vida, como por ejemplo la jubilación, sufrir una situación estresante, así como el consumo de alcohol y drogas.
Síntomas más comunes de la depresión
Lo que caracteriza a la depresión es que no se trata de un estado de ánimo transitorio, sino de que los síntomas se alargan en el tiempo y afectan a todos los ámbitos del paciente. El síntoma nuclear es la tristeza vital que duele y empaña la forma de vivir del paciente; es permanente.
Esta afectación de la persona, que deja de ser la que era, va acompañada de anhedonia -incapacidad para sentir placer-, en muchos casos de ansiedad y de otras alteraciones del sueño, del apetito y de las capacidades cognitivas a la hora de desempeñar tareas laborales o familiares habituales, y de sentimientos de culpa, de desesperanza y de sensación de ser una carga.
Los síntomas somáticos también son habituales en los pacientes con depresión.
Normalizar la enfermedad
La depresión es una enfermedad rodeada de silencio. Parece que es una enfermedad que hay que meter debajo de la alfombra. No hay que contarla. Y es que los afectados muchas veces no cuentan en su entorno que la sufren y no buscan ayuda para sus síntomas. Y en otras ocasiones, no son capaces de reconocer sus síntomas.
Lo ideal sería acudir al médico cuando los síntomas duran más de quince días. Sin embargo, este desconocimiento de la enfermedad y ese intento por ocultarla lleva a que la tardanza en diagnosticar y en tratar haga que sea más difícil el abordaje de la depresión. Está demostrado en estudios que cuanto más tardamos en tratar, más difícil es la remisión del episodio depresivo.
Cuidate Plus / Farmanuario.