Los dientes de leche, esos pequeños dientes que comienzan a aparecer en la boca de los niños alrededor de los seis meses y que caen entre los seis y doce años, representan una etapa importante en el crecimiento y desarrollo. Son conocidos también como dientes temporales, y aunque cumplen funciones vitales en la infancia —como facilitar la alimentación y guiar el crecimiento de los dientes permanentes—, suelen ser conservados por muchos padres como un recuerdo especial. Pero esa conservación, ¿es una buena práctica?
Conservar los dientes de leche puede ser una práctica emocionalmente significativa. Para muchos padres, cada diente perdido simboliza el paso de una etapa en la vida de su hijo, marcando su transición de bebé a niño. A lo largo de los años, se han encontrado diferentes maneras de almacenar estos dientes, ya sea guardándolos en pequeños frascos, cajas de recuerdos o incluso en álbumes especialmente diseñados. Sin embargo, antes de decidir conservarlos, es útil tomar algunas precauciones para asegurar su preservación.
Para mantener los dientes de leche en buen estado se recomienda limpiarlos bien antes de guardarlos. La limpieza ayuda a eliminar cualquier resto de tejido que pueda descomponerse con el tiempo. Una vez limpios, es conveniente secarlos al aire libre antes de colocarlos en su lugar de almacenamiento. Existen incluso kits de conservación que ofrecen compartimentos específicos y condiciones de almacenamiento adecuadas.
Curiosamente, algunos estudios han revelado que los dientes de leche pueden contener células madre, las cuales podrían ser útiles para la medicina regenerativa en el futuro. Aunque el desarrollo de esta tecnología está en fases iniciales, conservar dientes de leche podría tener un potencial médico inesperado. Esto ha generado un interés creciente en la preservación de dientes bajo condiciones específicas en bancos de células madre, aunque estos métodos suelen ser costosos y no están al alcance de todos.
