Todos los tratamientos que son indicados por personal médico deben seguirse al pie de la letra y respetarse en su duración. Y quizás esa regla aplique de forma todavía más estricta en el caso de los psicofármacos.
Interrumpir abruptamente un tratamiento con psicofármacos puede tener una serie de efectos negativos en la salud mental y física de una persona. En primer lugar, algunos psicofármacos, como los antidepresivos o los estabilizadores del estado de ánimo, pueden causar síntomas de abstinencia cuando se interrumpen repentinamente, lo que puede incluir mareos, náuseas, dolores de cabeza, ansiedad e irritabilidad. Estos síntomas pueden ser extremadamente desagradables e incluso incapacitantes.
Además, interrumpir abruptamente ciertos psicofármacos, especialmente los antipsicóticos o los medicamentos para tratar trastornos bipolares, puede aumentar el riesgo de recaída de los síntomas subyacentes. Esto puede provocar un empeoramiento de los síntomas psiquiátricos, como la depresión, la ansiedad, la psicosis o los episodios maníacos, lo que podría requerir un tratamiento más intensivo y prolongado para estabilizar nuevamente la condición.
A nivel físico, la interrupción abrupta de ciertos psicofármacos también puede tener consecuencias graves. Por ejemplo, en el caso de los antipsicóticos, la interrupción repentina puede aumentar el riesgo de efectos secundarios graves, como síndrome de abstinencia del antipsicótico o recurrencia de los síntomas psicóticos.
Con esto, recordá que es fundamental que cualquier cambio en el tratamiento con psicofármacos se realice bajo la supervisión y el seguimiento de un profesional de la salud mental.