¿Sabías que los glóbulos blancos -o leucocitos- son células fundamentales del sistema inmunológico? Su función principal es defender al organismo de infecciones, agentes extraños y enfermedades. Y hoy vamos a hablar de ellos.
A diferencia de los glóbulos rojos, que transportan oxígeno, los leucocitos actúan como una “fuerza de seguridad” que detecta y neutraliza bacterias, virus, hongos, parásitos y células dañadas. Se producen principalmente en la médula ósea y circulan por la sangre y la linfa, pudiendo atravesar las paredes de los vasos sanguíneos para llegar a los tejidos afectados.
Existen varios tipos, cada uno con un rol específico: los neutrófilos atacan bacterias; los linfocitos (B y T) producen anticuerpos y coordinan la respuesta inmune; los monocitos eliminan células muertas; los eosinófilos combaten parásitos y participan en reacciones alérgicas; y los basófilos liberan sustancias que desencadenan la inflamación.
Con todo, un recuento anormal de glóbulos blancos -detectado mediante un análisis- puede indicar infecciones, problemas de la médula ósea, enfermedades autoinmunes o ciertos tipos de cáncer.