En nuestro espacio de ciencia, hoy vamos a hablar de la laparoscopía, una técnica quirúrgica mínimamente invasiva que revolucionó la medicina moderna. ¿Cómo funciona? ¿Qué implica? ¿Y por qué marcó un antes y un después?
La laparoscopía se basa en introducir a través de pequeñas incisiones un laparoscopio, un tubo delgado equipado con una cámara y una fuente de luz que transmite imágenes en tiempo real a un monitor. De esta manera, el cirujano puede observar el interior del abdomen o la pelvis con gran precisión, sin necesidad de abrir completamente la cavidad como ocurre en la cirugía tradicional.
La ciencia detrás de este procedimiento combina óptica, electrónica y avances en instrumentación quirúrgica. Las cámaras de alta definición permiten una visión detallada de órganos y tejidos, mientras que los instrumentos largos y finos, manejados desde el exterior, posibilitan cortar, suturar o cauterizar con exactitud.
Además, el uso de gas —generalmente dióxido de carbono— para insuflar el abdomen crea un espacio de trabajo seguro, separando los órganos y facilitando la maniobra.
Sus beneficios son claros: menor dolor postoperatorio, cicatrices pequeñas, menor riesgo de infecciones y una recuperación más rápida.
Con esto, la laparoscopía se utiliza en procedimientos tan diversos como la extracción de vesícula biliar, cirugías ginecológicas, tratamiento de hernias o apendicitis.