La fibrilación auricular es un trastorno en el que las aurículas del corazón (dos de las cuatro cavidades cardiacas) no se contraen con normalidad. La señal eléctrica que llega a las aurículas es irregular, y en lugar de producir una contracción ordenada de las células musculares produce una contracción desordenada. Clásicamente, y de manera bastante ilustrativa, se ha descrito que cuando hay una fibrilación auricular las aurículas se contraen de forma parecida a como lo haría un “saco de gusanos”.
La consecuencia de la fibrilación auricular es que no hay un latido efectivo en las aurículas. Esto hace que la sangre se quede remansada en el corazón y que pueda coagularse y dar lugar a trombos. Estos trombos pueden salir del corazón y obstruir una arteria en cualquier parte del cuerpo, siendo especialmente frecuente que lleguen al cerebro. La obstrucción de una arteria cerebral por un trombo que se ha originado en el corazón da lugar a un infarto cerebral o ictus, con consecuencias muy graves.
Otra consecuencia de la fibrilación auricular es que la señal eléctrica que pasa de las aurículas a los ventrículos lo hace de forma rápida y desordenada. Esto da lugar a una arritmia, pues se producen latidos ventriculares con un ritmo irregular y más rápidos de lo normal, lo que se denomina taquicardia.
La fibrilación auricular es una enfermedad muy frecuente, especialmente en la población mayor de 65 años. Afecta al 1-2% de la población general. Se estima que su prevalencia se duplicará en los próximos 50 años a medida que la población envejezca. Es más frecuente en hombres que en mujeres y más frecuente en la raza blanca que en la raza negra.
Tipos de fibrilación auricular
Hay dos tipos de fibrilación auricular:
- La fibrilación auricular paroxística, que ocurre de forma intermitente, con episodios de duración variable y que cede de forma espontánea.
- La fibrilación auricular crónica o persistente, que es sostenida en el tiempo y normalmente no se resuelve de forma espontánea. En muchas ocasiones la fibrilación auricular paroxística acaba desembocando en una fibrilación auricular crónica.
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