La historia de las prótesis mamarias comenzó en el siglo XIX, cuando aparecieron las primeras ideas para aumentar o modificar la apariencia del busto femenino. En la década de 1880, se experimentó con materiales como goma y parafina, aunque estos primeros intentos eran rudimentarios y poco seguros, pues el riesgo de infecciones y complicaciones era alto.
El verdadero cambio ocurrió en la década de 1960, cuando los cirujanos plásticos estadounidenses Thomas Cronin y Frank Gerow desarrollaron el primer implante de silicona. Inspirados en la textura del gel de silicona, trabajaron junto a la empresa Dow Corning para crear una prótesis que imitara la suavidad del tejido mamario natural. En 1962, realizaron la primera operación de aumento de pecho con éxito utilizando esta tecnología en una paciente voluntaria, lo que marcó el inicio de la era moderna de los implantes mamarios.
Los implantes de silicona ganaron popularidad rápidamente en Estados Unidos y el mundo, convirtiéndose en una opción para aquellas mujeres que buscaban reconstruir su pecho después de una mastectomía o mejorar su apariencia.
Sin embargo, con la creciente demanda surgieron también problemas de salud: algunas mujeres experimentaron rupturas y filtraciones de silicona, lo que llevó a cuestionar su seguridad en las décadas de 1980 y 1990. En 1992, la FDA en Estados Unidos impuso restricciones sobre su uso, limitándolos a casos de reconstrucción mamaria y estudios médicos, mientras investigaba los posibles riesgos.
Para responder a estos desafíos, la industria de prótesis mamarias desarrolló nuevos materiales y técnicas. Aparecieron implantes de solución salina, considerados más seguros porque, en caso de rotura, el líquido se absorbía sin riesgos significativos. A inicios de la década de 2000, se aprobaron nuevamente los implantes de silicona con mejoras en su diseño, estructura y relleno, lo que los convirtió en una opción segura y popular.
Hoy, las prótesis mamarias continúan avanzando en materiales y formas. Los implantes modernos son sometidos a estrictas pruebas de seguridad, y los procedimientos han mejorado, permitiendo resultados naturales y de larga duración. La historia de estas prótesis refleja un proceso continuo de innovación, impulsado tanto por avances médicos como por la demanda de una opción estética y reconstructiva segura para las mujeres en todo el mundo.