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La importancia del ejercicio en las enfermedades cardiovasculares

Según la literatura científica de los últimos cinco años,  el ejercicio físico es clave en todas las etapas de la prevención, desde la primaria hasta la terciaria, evitando la aparición de muchas de estas enfermedades y mejorando las secuelas y el pronóstico una vez instauradas.

La falta de adherencia al ejercicio es un punto clave en el fracaso de la prevención. Por eso, se estudian nuevos protocolos, como el HIIT (Entrenamiento de intervalos de alta intensidad, por su sigla en inglés), que puedan conseguir los mismos resultados, pero invirtiendo menos tiempo para ello.

Este tipo de intervención ha demostrado ser segura, incluso en pacientes con daño cerebrovascular y en pacientes con insuficiencia cardíaca, donde el ejercicio interválico parece regular el equilibrio simpáticovagal, disminuyendo la presión sanguínea y evitando la hipertrofia del corazón producto del envejecimiento.

Muchos de los pacientes con patología cardiovascular son de edad avanzada y tienen enfermedades concomitantes, en especial problemas osteoarticulares, por lo que los protocolos de ejercicio a veces resultan dolorosos o incluso son incapaces de llevarlos a cabo porque tienen alguna limitación articular. Para solventar este problema, el ejercicio en un medio acuático es una alternativa, ya que el trabajo desgravitado, flotando en el agua, es mejor tolerado por este tipo de pacientes. Otro punto clave en la falta de adherencia al ejercicio es la dificultad para desplazarse a un centro deportivo o a una instalación y también la falta de espacios públicos donde desarrollar la actividad, obligando al paciente a un gasto mensual que quizás no puede mantener.

Por esta razón, una nueva línea de trabajo es la telerrehabilitación, donde la persona acude a sesiones de gimnasia grupales, gracias a un sistema informático, a través del cual un fisioterapeuta guía el ejercicio.

Las recomendaciones de ejercicio para la patología cardiovascular estiman siempre que son necesarias unas 3 sesiones semanales, de al menos media hora de duración, y a una intensidad del 60% de la frecuencia cardiaca de reserva (FCR), aunque ya hemos dicho que los protocolos HIIT, que alcanzan intervalos cortos de 80-90% de la FCR, están obteniendo grandes resultados.

En el caso concreto de la fibrilación auricular, la recomendación del ejercicio se torna un tanto más peliaguda, ya que, por un lado, el ejercicio es efectivo para disminuir la frecuencia de los episodios y mejorar el estado general del paciente, pero, paradójicamente, el ejercicio a alto nivel, como puede realizar un atleta profesional, está íntimamente relacionado con la aparición de arritmias. Así que los investigadores lo tienen difícil a la hora de determinar cuál es el punto, tanto de intensidad como duración del ejercicio, a partir del cual se entra en terreno peligroso.

Concretamente, un protocolo HIIT en cinta de andar, al 85-95% de la FCR con descansos activos del 60-70%, consiguió reducir la frecuencia y el número total de arritmias, incluso durante las cuatro semanas posteriores a finalizar el ejercicio, mejorando la calidad de vida de estos pacientes. Lamentablemente, ningún estudio ha sido determinante a la hora de demostrar cambios electrofisiológicos objetivables por electrocardiomiografía.

La electroterapia clásica no parece ser de mucha eficacia en este grupo de enfermedades. Sin embargo, la presoterapia es un tratamiento eficaz para el linfedema y las corrientes excitomotoras y las ondas de choque son de gran ayuda en la claudicación intermitente. La fisioterapia respiratoria se hace un hueco también en el tratamiento de las patologías cardiovasculares. La implementación del uso de CPAP y BIPAP a un protocolo de ejercicio aeróbico, reduce el riesgo de hiperinsuflación pulmonar y disminuyendo el esfuerzo respiratorio, traduciéndose en menos falta de aire y una mayor tolerancia al ejercicio. El entrenamiento específico de la musculatura inspiratoria a través de dispositivos como el Threshold, también es de gran ayuda en pacientes con insuficiencia cardiaca.    

Por tanto, el ejercicio físico controlado y mantenido en el tiempo es el arma más fiable y más efectiva que tenemos contra las patologías cardiovasculares.

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