La placenta conecta a madre e hijo, encargándose de suministrar nutrientes y oxígeno al feto y evitando que le lleguen sustancias nocivas. Aquí te contamos cómo se forma y qué problemas pueden afectar su correcto funcionamiento.
Este órgano compartido entre la madre y el feto, se crea única y exclusivamente para el embarazo: antes de la gestación no existe en el organismo de la mujer, y tras el parto y el alumbramiento tampoco sobrevive ni deja ningún rastro.
Sin este efímero órgano el embarazo no sería posible, ya que se encarga de suministrar nutrientes y oxígeno al feto para que pueda crecer y respirar, y hace de filtro para que no le lleguen sustancias que puedan dañarlo. Además, produce hormonas para que el cuerpo de la madre se adapte al nuevo ser.
Cómo se forma la placenta
La placenta y el bebé tienen el mismo ADN y es un órgano que tiene un origen fetal. El proceso de su formación es el siguiente:
- Cuando el embrión llega al útero este se implanta o anida en el endometrio, la cara superficial del útero.
- Entonces se distingue ya su capa externa y origen de la placenta (denominada trofoblasto), y la interna que es el origen del embrión (amnioblasto). El primero evoluciona hacia las llamadas vellosidades coriales.
- Estas vellosidades coriales se insertan en el tejido materno. Se produce una invasión vascular del tejido de la madre, para que interactúe con el tejido fetal. Es un momento clave del embarazo. Si el trofoblasto invade de forma correcta, permitirá una buena comunicación entre madre y feto. Pero si esto no es así puede producirse un aborto espontáneo o aparecer dificultades durante su desarrollo, como hipertensión arterial.
Cómo es la placenta y dónde se ubica
Una vez implantada, empieza a crecer y adquirir la forma de disco característica. Tiene una textura esponjosa, con dos caras bien diferenciadas:
- La parte de la placenta que comunica con el bebé es plana y suave, de color azulado grisáceo, y cubierta de vasos sanguíneos que irradian del cordón umbilical.
- La parte materna, que está empotrada en la pared del útero, está formada por cuñas y es de color rojo oscuro.
Respecto a su ubicación, lo habitual es que se implante en el tercio superior del útero, al fondo o en diferentes caras laterales, anterior o posterior.
Una vez que se queda anclada en la pared uterina no se mueve, aunque al comienzo del embarazo, con las primeras ecografías, el médico pueda decir que la placenta se encuentra baja (muy cerca del cuello uterino). El útero va creciendo y la placenta cambia la localización. Es lo que se llama migración placentaria. Entre las 16ª y 20ª semanas de gestación, ya se puede saber si su ubicación es la adecuada.
Bebé y placenta están interconectados
El crecimiento de la placenta va parejo al del bebe, de tal forma que hacia el tercer trimestre de embarazo ocupa alrededor del 25% de la cavidad uterina.
Genéticamente, salvo excepciones, es idéntica al bebé. Por tanto, podemos decir que del estudio de la placenta podrían sacarse datos sobre la salud del nuevo ser. No obstante, se necesitan más estudios sobre genética placentaria, que en años futuros nos dejarán nuevos conocimientos.
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