Patrones alimentarios con más potencial inflamatorio se asociaron significativamente con mayor frecuencia de enfermedad cardiovascular e ictus en un nuevo análisis combinado de tres estudios prospectivos de cohortes.
El análisis, Can Avoiding Inflammatory Foods Lower CVD, Stroke Risk, publicado en Journal of the American College of Cardiology, incluyó 210.145 mujeres y hombres estadounidenses que fueron objeto de seguimiento hasta por 32 años en los Nurses’ Health Studies I and II y el Health Professionals Follow-up Study.
Tras el ajuste con respecto al uso de fármacos antiinflamatorios y factores de riesgo de enfermedad cardiovascular, aquellos cuyo patrón alimentario se ubicó en el quintil más alto del potencial inflamatorio tuvieron aumento de 38% en el riesgo de enfermedad cardiovascular (hazard ratio al comparar los quintiles más altos con los más bajos: 1,38), 46% de incremento en el riesgo de miocardiopatía (HR: 1,46) y 28% de incremento del riesgo de ictus (HR: 1,28); p para la tendencia < 0,001 para todos.
El potencial inflamatorio de una dieta se evaluó utilizando un índice dietético basado en alimento, llamado «patrón inflamatorio dietético empírico», o EDIP.
Se resumieron todos los alimentos que las personas consumen en 39 grupos de alimentos definidos y se efectuó un análisis de regresión de rango reducido en que se analizaron estos 39 grupos de alimentos y tres marcadores inflamatorios: interleucina-6, proteína C reactiva y receptor de factor de necrosis tumoral alfa-2. Se encontraron 18 grupos de alimentos muy predictivos de estos biomarcadores, y se calculó el patrón inflamatorio dietético empírico como la suma ponderada de estos 18 grupos de alimentos.
Individuos que tenían ingestas más altas de vegetales de hoja verde (col, espinaca, arúgula), vegetales de hoja amarilla oscura (calabaza, pimientos amarillos, zanahoria), granos integrales, frutas, té, café y vino, tuvieron menos riesgo de enfermedad cardiovascular a largo plazo que aquellos con más ingesta de carnes rojas, carnes procesadas, vísceras, carbohidratos refinados y bebidas azucaradas.
Las asociaciones fueron congruentes en las cohortes y entre los sexos, y se mantuvieron significativas en múltiples análisis de sensibilidad en que se hizo ajuste con respecto al consumo de alcohol, tabaquismo en paquetes-años, uso de fármacos hipolipemiantes y antihipertensivos, ingesta de sodio y presión arterial.
En un análisis secundario, las dietas con más potencial inflamatorio también se relacionaron con niveles de biomarcadores significativamente más elevados indicativos de más inflamación sistémica, vascular y metabólica, lo mismo que perfiles lipídicos menos favorables.
Investigadores utilizaron datos obtenidos de forma prospectiva de los Nurses’ Health Studies I and II a partir de 1984, y del Health Professionals Follow-up Study. Después de excluir participantes con información faltante sobre dieta, o cardiopatía, ictus o cáncer previamente diagnosticados, se incluyeron en el análisis más de 210.000 participantes, que llenaron una encuesta cada cuatro años para verificar la ingesta alimentaria.
Prevención, no tratamiento
Mejor conocimiento de la protección a la salud que proporcionan diferentes alimentos y patrones alimentarios, principalmente sus propiedades antiinflamatorias, podría proporcionar la base para diseñar patrones alimentarios incluso más sanos a fin de proteger contra las enfermedades cardiacas.
Se añadieron aceite de oliva extra-virgen, pescado graso y tomates a la lista de alimentos con «actividad antiinflamatoria establecida.
Este estudio originalmente fue publicado en 2013 y luego retractado y vuelto a publicar en 2018, con algunas correcciones requeridas, pero los resultados materialmente no se modificaron.
Medscape / Farmanuario.