En Uruguay, la Semana del Corazón comenzó a realizarse hace 30
años. Este año, se celebra del 24 de setiembre al 1 de octubre, y con este
pretexto compartimos unas reflexiones sobre por qué es importante que
pensemos en nuestro corazón.
Las primeras tres ediciones de la Semana del Corazón fueron
organizadas por la Asociación Procardias y el Programa de Enfermedades
Cardiovasculares del Ministerio de Salud Pública. A partir del 12 de diciembre
de 1994, se creó La Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular bajo
asesoramiento de la Sociedad Uruguaya de Cardiología, la Cátedra de
Cardiología de la Facultad de Medicina, el Sindicato Médico del Uruguay y la
Federación Médica del Interior, siendo dicha comisión la encargada de
organizar esa semana en la actualidad.
A nivel mundial, la Federación Mundial del Corazón, con el apoyo de la OMS y
la UNESCO, designó en el año 2000 el 29 de septiembre como el primer Día
Mundial del Corazón, teniendo como finalidad crear conciencia en la población
acerca de la importancia de su cuidado.
¿Por qué “Piensa en tu corazón”?
Nuestro corazón es un órgano único y debido a ello -si bien gracias al avance
de la medicina una vez enfermo existen múltiples tratamientos tanto médicos
como quirúrgicos- lo ideal es prevenir y no curar. Con esto quiero decir que lo
importante es el cuidado que le prodiguemos de forma de evitar y/o posponer lo
más posible su deterioro. Digo único no solamente porque tenemos un solo
corazón, sino porque para muchos de nosotros en él reside el alma, lo
intangible, lo inmortal. Porque cuando nos dicen que tenemos algo cardíaco,
nos afecta de manera diferente a si nos dijeran, por ejemplo, que tenemos
cálculos en la vesícula. El corazón es la vida, en el corazón va la vida.
Es básicamente una bomba hidráulica cuya función es bombear sangre a todo
el organismo. Simplificando y para entenderlo mejor, podemos pensarlo como
una casa de cuatro habitaciones separadas por puertas con senderos que
llegan y salen de él. Las cavidades son dos aurículas, derecha e izquierda, y
dos ventrículos, también derecho e izquierdo. Las puertas son las válvulas que
son cuatro: mitral, aórtica, tricúspide y pulmonar. Como toda casa tiene un
sistema de cañerías por el que se nutre, que son las arterias coronarias y un
sistema eléctrico que genera el ritmo de contracción. Todo funciona de manera
ordenada y sincronizada sin que nosotros lo percibamos en absoluto.
Este órgano noble es vulnerable a múltiples noxas, sobre algunas de ellas no
podemos actuar, como son la edad, el sexo, lo hereditario. Pero sobre muchas
otras sí podemos y debemos hacerlo.
Un punto importante a tener en cuenta es que la mujer tiene el mismo riego o
mayor que el hombre de sufrir una enfermedad cardiovascular y, una vez que
la tiene, su pronóstico es peor. El ritmo de vida, los factores hormonales según
en qué etapa de su vida se encuentre, la ingesta de hormonas (ya sea con
fines anticonceptivos o de reproducción), el hecho de que a veces no consulte
precozmente debido a la multitarea que realiza, y que la forma de presentación
de la enfermedad no sea tan clara como en el hombre, son factores que
colocan a la mujer en una posición más vulnerable, a la que todo el equipo
asistencial, así como la población en general deben estar atentos.
Uno de los factores de riesgo más conocidos para desarrollar enfermedad
cardíaca es el tabaquismo. Hoy, se lo considera una adicción a la nicotina,
droga de venta libre y socialmente aceptada; y, si bien todos sabemos que es
difícil abandonarlo, no es imposible. Existen múltiples programas de cesación
de tabaquismo en nuestro país, tanto a nivel público como privado, individuales
o grupales, con medicación que es brindada en forma gratuita por el Fondo
Nacional de Recursos. Uruguay fue el quinto país a nivel mundial en firmar el
convenio marco para adoptar políticas públicas en la lucha contra esta
adicción. Ya no hay excusas para dejarlo, averigüe en su centro asistencial y
recuerde que el número ideal de cigarrillos es cero. El vapeo tan de moda hoy,
tampoco es inocuo como se publicita. Y si usted no fuma, evite lugares donde
se fume, ya que el llamado humo de segunda mano es igualmente dañino.
Adicciones a otras drogas también tienen efecto dañino sobre nuestro corazón.
La diabetes mellitus, tanto la insulino dependiente como la no insulino
dependiente, lleva consigo un aumento del riesgo de desarrollar enfermedad
cardiovascular a edades más tempranas y en forma más solapada. Controle en
forma periódica su glicemia y si es diabético concurra a su médico con la
frecuencia que éste le diga, cumpla la dieta y el tratamiento que le indiquen.
La hipertensión arterial -conocida como “la asesina silenciosa”- muchas veces
debuta con un evento cardiovascular, como un infarto de miocardio, un
accidente cerebrovascular o una insuficiencia renal. Controle periódicamente
sus cifras tensionales y sepa que si son mayores o iguales a 140/90 mmHg
debe consultar, siendo importante sacar la sal de la mesa y evitar la ingesta de
alimentos ricos en sal.
El ácido úrico y el colesterol elevados son también factores de riesgo, y
debemos conocer sus valores de manera de saber qué tipo de alimentos
podemos ingerir sin problemas y cuáles no podemos o no debemos. El
sobrepeso y la obesidad también imponen una sobrecarga a nuestro corazón,
aumentan por sí mismos las cifras de glicemia, presión arterial, colesterol y ácido úrico, haciendo necesario aumentar dosis de medicamentos o incluso
agregar nuevos para lograr su control.
El sedentarismo se considera hoy en día como una enfermedad en sí misma
más que un factor de riesgo. Hacer ejercicio físico no es necesariamente
inscribirnos en un club, es aprovechar cada instancia que se nos presente para
movernos: salir a caminar, bajarnos una parada antes del ómnibus, ir al trabajo
en bicicleta, usar las escaleras en lugar del ascensor, bailar tango y tantas
otras actividades. Ejercitarnos libera hormonas llamadas endorfinas que nos
causan sensación de bienestar.
La apnea obstructiva del sueño, cuyo tratamiento requiere el uso de máscaras
durante el descanso nocturno, es reconocida como otro factor de riesgo
cardiovascular siendo causa de aumento de las cifras de presión arterial
durante el descanso nocturno. Además, existen otros factores no tan difundidos
como la exposición a ambientes contaminados, el estrés sicológico, no
descansar de manera adecuada, no alimentarse de manera regular y a horario,
la depresión, y los cuadros virales no bien curados, sobre todo el provocado
por el SARS-CoV-2, cuyos efectos a largo plazo aún no conocemos muy bien.
La falta de adherencia a los tratamientos que se nos indican figura entre una de
las mayores causas de aparición, así como de descompensación de
enfermedades cardíacas. Por esto, el cumplir de la mejor manera posible los
tratamientos indicados y concurrir en fecha a los controles médicos resulta de
vital importancia. La relación con nuestro médico debe ser fluida, libre, con
confianza suficiente para poder evacuar todas nuestras dudas. No debe darnos
vergüenza como pacientes decirle que no pudimos cumplir el tratamiento, ya
sea por motivos personales o económicos, por dudas respecto a lo que dicen
los prospectos, por lo que leemos en Google e incluso lo que nos dicen
nuestros vecinos. Para nosotros, como personal de salud, tener toda la
información a mano de forma completa y fidedigna nos ayuda a poder ver
porqué de pronto falló un tratamiento y a buscar juntos cómo podemos hacer
para que su cumplimiento sea posible. Paciente y médico estamos del mismo
lado, buscamos lo mismo. Y reitero: es vital poder hablar libremente y a la hora
de proponer tratamientos poder decidir juntos qué es lo mejor para cada caso
en particular.
Por todo esto, piensa en tu corazón y concurre al médico, cumple tus
tratamientos, aliméntate en forma saludable, no fumes ni vapees, haz ejercicio,
disfruta lo que tienes de la mejor manera posible. Piensa en tu corazón y
conoce tus cifras de colesterol, glicemia, presión arterial, ácido úrico y peso
corporal. Piensa en tu corazón y vacúnate contra la gripe, el neumococo y el
SARS-CoV-2, principalmente.
Pensar en tu corazón es pensar en ti y en tus seres queridos. Pensar en tu
corazón es decirle sí a la vida.
Por Dra. María del Carmen Batlle, cardióloga clínica.