Una nueva guía clínica de la Women’s Preventive Services Initiative (WPSI) recomienda el examen preventivo anual en todas las mujeres, incluso adolescentes, para detectar incontinencia urinaria, pero los editorialistas dicen que esta recomendación es prematura y se basa en evidencia insuficiente.
«Aunque se desconocen los intervalos de examen preventivo mínimo, dada la prevalencia de incontinencia urinaria, el que muchas mujeres no mencionan voluntariamente sus síntomas y los múltiples factores de riesgo a menudo cambiantes relacionados con la incontinencia, las pruebas anuales son aceptables», escriben los autores.
«Aunque la paridad creciente, la edad avanzada y la obesidad se asocian a un aumento en el riesgo de incontinencia urinaria, estos factores no se deberían utilizar para limitar el examen preventivo», añaden.
Nancy O’Reilly, M. H. S., del American College of Obstetricians and Gynecologists, en Washington D. C., Estados Unidos, y sus colaboradores publicaron la guía clínica en la versión electrónica de Annals of Internal Medicine, por parte de la Women’s Preventive Services Initiative.
El examen preventivo debería abordar síntomas, incluyendo el tipo y grado de incontinencia, así como si estos síntomas afectan las actividades de la mujer y su calidad de vida, explican los autores.
En un editorial adjunto, la Dra. Robin J. Bell, Ph. D., maestra en salud pública, y la Dra. Susan R. Davis, Ph. D., ambas de la Monash University, en Melbourne, Australia, cuestionan el valor de los cuestionarios de detección que en la actualidad se utilizan. «Aunque se dispone de cuestionarios para identificar la incontinencia urinaria en las mujeres, el análisis sistemático que acompaña a la recomendación de la Women’s Preventive Services Initiative reveló escasa evidencia que respalde esta precisión diagnóstica en la población», escriben.
«El mismo análisis informa que en ningún estudio se han analizado los beneficios y daños del examen preventivo de incontinencia urinaria. No obstante, la Women’s Preventive Services Initiative argumenta que no deberíamos esperar por evidencia directa y basa su recomendación en una cadena de evidencia indirecta».
De hecho, el análisis de literatura al que hacen alusión los editorialistas, también publicado en la misma revista científica, demostró evidencia insuficiente sobre la eficacia general o daños del examen preventivo. Y en ninguno de los estudios incluidos se evaluó la eficacia del examen preventivo para reducir los efectos adversos o daños.
«Ante la falta de evidencia directa de los beneficios y daños del examen preventivo, la Women’s Preventive Services Initiative basó su recomendación en la alta prevalencia de incontinencia urinaria en mujeres; su efecto en la salud, calidad de vida y función; y en evidencia indirecta sobre la precisión de las pruebas que pueden utilizarse para la detección sistemática en la atención primaria», explican O’Reilly y sus colaboradores en la guía.
Los autores identificaron 17 estudios que evaluaron la precisión diagnóstica de 18 cuestionarios de examen preventivo cuando en comparación con un diagnóstico clínico o los resultados de una prueba diagnóstica. Los estudios incluyeron entre 69 y 1.911 participantes de atención primaria, ginecología o clínicas de uroginecología ubicadas en Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca, Austria, Noruega, Finlandia y Australia.
De los 17 estudios, 14 eran de mala calidad y tenían limitaciones, entre ellas, que se basaron en clínicas de remisión o reclutaron únicamente mujeres sintomáticas. Doce de estos incluían mujeres con incontinencia y pueden no ser pertinentes para una población sujeta a examen preventivo.
«La mayoría de los estudios reclutaron participantes que tenían síntomas de incontinencia, aunque cinco estudios de seis métodos no lo hicieron y son muy relevantes para el examen preventivo», señalan los autores.
Un estudio de buena calidad y dos de calidad regular evaluaron cuatro métodos de examen preventivo en mujeres que no estaban sintomáticas.
En el editorial, la Dra. Bell y la Dra. Davis cuestionan la idea de confiar en datos inadecuados. «Debemos aprender de la experiencia en la salud de las mujeres, en las cuales la fe en evidencia indirecta a menudo resultó ingenua cuando se contó con evidencia directa. Un estudio aleatorizado de examen preventivo de cáncer ovárico con ecografía y niveles de CA-125 demostró que más mujeres del grupo sujeto a examen preventivo recibieron un diagnóstico de cáncer y también tratamiento, sin reducción en la mortalidad, pero con muchas más complicaciones», escriben.
Más bien, los investigadores deben realizar un estudio aleatorizado que evalúe directamente los beneficios y los daños del examen preventivo de mujeres para detectar incontinencia urinaria, dicen. «Este estudio debería diseñarse para evaluar el equilibrio beneficio-daño del examen preventivo en diferentes etapas de la vida (desde la adolescencia hasta la vejez) a fin de identificar grupos con alto riesgo, como las mujeres con trastornos concomitantes del suelo pélvico, en quienes las ventajas del examen preventivo podrían superar los riesgos».
Diseñar tal estudio sería difícil pues los investigadores primero necesitarían estar de acuerdo en una herramienta de detección específica, y la mayor parte de los cuestionarios existentes se aplican a mujeres sintomáticas y no a la población general. Por este motivo, estos cuestionarios probablemente darían lugar a muchos resultados positivos falsos y hacen que muchas mujeres se sometan a pruebas diagnósticas e invasivas innecesarias.
«Si el examen preventivo se asociara incluso a un pequeño grado de daño y la proporción de mujeres que se beneficiaría de la identificación temprana fuese moderada, entonces el beneficio neto podría ser marginal o negativo. Por consiguiente, recomendamos cautela para implementar la recomendación de la Women’s Preventive Services Initiative hasta que se cuente con evidencia directa de un beneficio neto del examen preventivo anual para detectar incontinencia urinaria», concluyen las Dras. Bell y Davis.
Medscape/Farmanuario