Algunos te mandan ponerte calor. Otros te dicen que mejor frío. Y, por supuesto, otros tantos te dan sus propias recomendaciones, basadas en creencias o experiencias personales. Entonces, ¿cuál es la mejor opción si estoy contracturado?
La respuesta varía según el caso: la elección entre calor y frío depende del tipo y la duración de la contractura.
El frío es generalmente más efectivo para las lesiones agudas, es decir, aquellas que han ocurrido recientemente, en las primeras 48 horas. Aplicar frío puede ayudar a reducir la inflamación y el dolor, ya que provoca vasoconstricción, es decir, estrechamiento de los vasos sanguíneos, lo que disminuye el flujo sanguíneo y, por ende, la hinchazón.
Podés usar una bolsa de hielo, un paquete de gel frío o incluso una bolsa de verduras congeladas envueltas en una toalla para evitar el contacto directo con la piel y posibles quemaduras.
Por otro lado, el calor es más beneficioso para las contracturas crónicas o a largo plazo. Aplicar calor en la zona afectada ayuda a relajar los músculos tensos y a mejorar la circulación sanguínea, lo que puede acelerar la recuperación.
El calor provoca vasodilatación, es decir, la ampliación de los vasos sanguíneos, lo que aumenta el flujo sanguíneo y lleva más oxígeno y nutrientes a la zona afectada. Podés utilizar una almohadilla térmica, una bolsa de agua caliente, compresas calientes o tomar un baño caliente.
En cualquier caso, es crucial no aplicar calor ni frío directamente sobre la piel por períodos prolongados. Se recomienda aplicar frío por unos 15-20 minutos y repetir cada 2-3 horas durante las primeras 48 horas después de la lesión. En el caso del calor, es aconsejable aplicarlo por 20-30 minutos, varias veces al día, según sea necesario.
Además de aplicar calor o frío, es importante complementar con estiramientos suaves y ejercicios de fortalecimiento una vez que el dolor agudo haya disminuido. Si el dolor persiste o empeora, es fundamental consultar a un profesional de la salud para obtener un diagnóstico adecuado y un tratamiento específico.
