La lucha contra el Alzheimer ha entrado en una nueva era. Así lo plantea una serie de artículos en la revista The Lancet, en los que un panel internacional de 40 especialistas de 14 países afirma que los avances en diagnóstico y terapias permiten vislumbrar un paradigma diferente para una enfermedad que afecta a unos 50 millones de personas en el mundo.
Uno de los hitos clave es el desarrollo de biomarcadores en sangre que detectan niveles de proteínas como la p-tau217, la relación Aβ42/40, GFAP y NfL, asociadas al depósito de beta-amiloide, alteraciones de tau y muerte neuronal. Estas pruebas permiten anticipar la enfermedad años antes de los síntomas clínicos, cuando la intervención puede ser más efectiva.
En paralelo, la aparición de medicamentos modificadores de la enfermedad —como los anticuerpos monoclonales lecanemab y donanemab— abre una ventana de esperanza: no curan el Alzheimer, pero pueden ralentizar la progresión cognitiva y funcional en fases tempranas.
Sin embargo, los expertos advierten que estos avances exigen grandes desafíos: adaptar los sistemas de salud para aplicar los diagnósticos tempranos, asegurar acceso a tratamientos costosos, contar con infraestructura para monitoreo, y evitar que solo una parte privilegiada de la población se beneficie.
Además, la prevención sigue siendo fundamental: los especialistas destacan que modificar factores de riesgo —como el estilo de vida, el control de enfermedades vasculares y la estimulación cognitiva— es clave porque, aunque la ciencia ha progresado, el envejecimiento poblacional sigue elevando la carga de demencia.
En este nuevo paradigma, se fija la mirada no solo en escuchar síntomas, sino en detectar y tratar a tiempo. El objetivo es sumar años de calidad de vida, redefinir el abordaje clínico del Alzheimer y transformar tanto la ciencia como las políticas de salud.