Muchas veces hemos escuchado que las fórmulas mágicas no existen. Sin embargo, a veces la base de esas fórmulas mágicas puede que no sea magia sino ciencia. Y así lo demuestra una investigación del Centro RIKEN para la Ciencia del Cerebro (CBS), en Japón. ¿Por qué? Porque determinó cuál es la mejor manera de calmar a un bebé para que se duerma.
¿La fórmula? Esta: la mejor manera de calmar a un bebé que llora es caminar cinco minutos llevándolo en brazos y luego sentarse ocho minutos antes de acostarle.
Según recoge el diario El Mundo, Kumi Kuroda y su equipo descubrieron una “respuesta de transporte» en las crías de ratón angustiadas y en los bebés humanos, en la que los bebés se calman cuando son cargados por sus madres”. “La respuesta es una compleja serie de procesos biológicos paralelos que dan lugar a una reducción del llanto y de la frecuencia cardíaca, lo que ayuda a los padres a transportar a los bebés”, recoge el sitio.
“El estudio utilizó una máquina de electrocardiograma (ECG) para bebés y cámaras de vídeo para comparar sistemáticamente los cambios en el ritmo cardíaco y el comportamiento mientras las madres realizaban actividades que se utilizan habitualmente para calmar a los bebés, como llevarlos en brazos, empujarlos en un cochecito y sostenerlos sentados”, agrega.
¿Y qué se registró? “Durante estas actividades se registraron datos de bebés que lloraban, estaban despiertos y tranquilos o dormían. En cada latido, se evaluaba el comportamiento como dormido, alerta o llorando, y se puntuaba en consecuencia. De este modo, los investigadores pudieron seguir los cambios tanto en el comportamiento como en la fisiología con una precisión de sub-segundos”, recoge el sitio.
Así las cosas, comprobaron que «caminar durante cinco minutos fomentaba el sueño, pero solo en el caso de los bebés que lloraban; sorprendentemente, este efecto estaba ausente cuando los bebés ya estaban tranquilos de antemano», dice el líder del estudio. Entre los bebés estudiados, todos habían dejado de llorar al final del paseo de cinco minutos y habían reducido su ritmo cardíaco, y aproximadamente la mitad estaban dormidos.
En segundo lugar, sentar y sostener a los bebés que lloraban no los calmaba sino que las frecuencias cardíacas tendían a aumentar y el llanto persistía.
“La medición de los latidos del corazón permitió a los investigadores diseccionar el efecto de cada microactividad mientras se manipulaba a los bebés y descubrieron que los bebés eran extremadamente sensibles a todos los movimientos de sus madres. Por ejemplo, las pulsaciones aumentaban cuando las madres se giraban o cuando dejaban de caminar. El hecho más significativo que perturbaba a los bebés dormidos ocurría justo cuando se separaban de sus madres. Aunque no lo predijimos –dice Kuroda–, el parámetro clave para acostar con éxito a los bebés dormidos era la latencia desde el inicio del sueño. Los bebés solían despertarse si se les acostaba antes de que tuvieran unos ocho minutos de sueño», señala el sitio.
Con este escenario, Kuroda recomienda que cuando los bebés lloren demasiado y no puedan dormir, “las madres los lleven en brazos de forma constante durante unos cinco minutos, con pocos movimientos bruscos, seguidos de unos ocho minutos de estar sentados antes de acostarlos para dormir”.
Fuente: El Mundo / Portal Salud