La anestesia es uno de esos inventos que revolucionó la medicina. ¿Cómo? Al permitir realizar procedimientos quirúrgicos sin causar dolor al paciente. Su invención moderna data del 16 de octubre de 1846, cuando el dentista estadounidense William T.G. Morton usó éter para anestesiar a un paciente durante una cirugía en el Massachusetts General Hospital.
Este evento marcó el inicio del uso generalizado de la anestesia en la medicina. Sin embargo, culturas antiguas ya empleaban métodos rudimentarios para aliviar el dolor, como el uso de plantas medicinales o técnicas físicas, pero no lograban un control adecuado ni seguro del dolor.
Existen varios tipos de anestesia, que se utilizan según el tipo de intervención y el estado de salud del paciente:
Anestesia general: induce una pérdida completa de la consciencia y del dolor en todo el cuerpo. Se administra por inhalación o vía intravenosa. Se utiliza en cirugías mayores como operaciones cardíacas o trasplantes de órganos. El paciente no siente nada y está completamente inconsciente durante el procedimiento.
Anestesia regional: bloquea el dolor en una región específica del cuerpo sin afectar la consciencia del paciente. Un ejemplo es la epidural, utilizada comúnmente en partos, o el bloqueo nervioso periférico, que se emplea en intervenciones de extremidades.
Anestesia local: adormece una pequeña área del cuerpo. Se utiliza en procedimientos menores como la extracción dental o cirugías pequeñas de piel. Solo afecta el área tratada, y el paciente permanece completamente consciente.
