Son muchas las dudas que giran en torno al nuevo coronavirus. ¿Qué es? ¿Cómo se contagia? ¿Se puede prevenir? Estas son algunas de las preguntas más frecuentes junto con las que hacen referencia al tratamiento: ¿cómo se trata?
Actualmente no existe una vacuna contra el coronavirus humano y los casos más leves se tratan como un resfriado común.
Entre las dudas que pueden surgir a la población sobre los posibles tratamientos está el uso de los antibióticos. ¿Son eficaces los antibióticos frente al coronavirus? La respuesta es no. ¿Por qué? Porque el coronavirus es un virus y ningún virus se trata con antibióticos.
Gran parte de la población, quizá por desconocimiento o por desinformación, meten en el mismo saco tanto las bacterias como los virus y tienden a mezclar estos términos indistintamente cuando no son iguales.
Un virus es un agente infeccioso intracelular, que tiene la capacidad de infectar, de replicarse y de adaptarse, aunque no siempre causa enfermedades. Los virus necesitan de huéspedes vivos (humanos, animales o plantas) para poder multiplicarse y sobrevivir, ya que carecen de mecanismos propios.
Por su parte, las bacterias son organismos procariotas, es decir, que no tienen núcleo verdadero. Muchas de ellas suelen localizarse en ciertas partes del cuerpo humano, llamándose flora saprofita, que comprende diferentes tipos de microorganismos según el lugar donde se encuentren. Las condiciones medioambientales como la dieta, las condiciones sanitarias, la polución del aire y los hábitos higiénicos, influyen en el desarrollo de las especies que constituyen la flora saprófita de un individuo.
Es importante señalar que las bacterias no siempre causan enfermedades y que muchas veces protegen al organismo contra otras infecciones causadas por otros microorganismos. De hecho, vivimos con más bacterias que células en el cuerpo. El problema aparece cuando son patógenas, es decir, que tienen capacidad de producir enfermedades.
Síntomas similares
Aunque los malestares son similares, hay diferencias muy marcadas que se deben tener en cuenta para el tratamiento. Así, en el caso de las infecciones respiratorias bacterianas, estas se caracterizan por secreción purulenta, verdosa o amarillenta a las 24 horas, fiebre elevada y malestar generalizado de mayor gravedad.
Por el contrario, en las infecciones respiratorias virales, el malestar no excede de las dos semanas y ocasiona, entre otros síntomas, secreción nasal, fiebre alta, malestar general, tos, dolor de cabeza, oídos y garganta, dificultad para respirar, cansancio y dolor articular.
¿Cuáles son más graves? En el caso de las infecciones respiratorias bacterianas, destacan por su gravedad la neumonía y en las virales, el resfriado común, la faringitis, amigdalitis, laringitis y otitis media, aunque también se incluiría la gripe.
Pero esto no se cumple para todos los tipos de infecciones. La gravedad dependerá de que exista un tratamiento eficaz para ese virus o bacteria y de la salud previa del paciente a quien ataquen.
A vueltas con el tratamiento
La diferencia más importante entre un virus y una bacteria, como se ha mencionado anteriormente, está en el tratamiento. Las infecciones bacterianas son las únicas que se tratan con antibióticos, aunque mucha gente pida a su médico una prescripción de este tipo de medicamentos para combatir enfermedades víricas.
Pero esto, lamentablemente, no ocurre con los virus. Es importante que la población sepa que “los virus son microorganismos completamente diferentes a las bacterias y que no comparten las mismas características, por eso, el tratamiento con antibióticos en un virus no sólo es inútil sino que además puede entrañar un riesgo grave para el paciente por la aparición de resistencias bacterianas.
Las infecciones víricas normalmente no se tratan, si son leves. De hecho, un sistema inmunitario sano es capaz de combatirla.
¿Qué ocurre con los antivirales? Es cierto que, en la actualidad, contamos con este tipo de tratamientos, sin embargo su uso no está tan extendido como en el caso de los antibióticos, fundamentalmente porque estos medicamentos no tienen un espectro tan amplio (solo son activos frente a virus concretos y contados) y porque los virus tienen una capacidad de cambio abrumadora, ocasionando la aparición de resistencias muy rápidamente.
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