Este 6 de mayo se conmemora el Día Mundial del Asma, una enfermedad crónica que afecta a millones de personas. Para concientizar sobre su impacto, hoy nos proponemos ahondar en el desafío de vivir con asma.
Vivir con asma significa enfrentar desafíos diarios que van mucho más allá de las dificultades respiratorias. Esta enfermedad crónica requiere estar siempre alerta para reconocer los primeros síntomas de una crisis y actuar a tiempo.
Identificar y evitar desencadenantes como el polvo, el polen, la contaminación, el humo, los cambios bruscos de temperatura o incluso las emociones intensas es una tarea constante que demanda aprendizaje y disciplina.
El impacto emocional del asma no es menor: la ansiedad que genera una posible crisis, el miedo a quedarse sin aire y la frustración por no poder realizar ciertas actividades físicas o sociales afectan tanto a adultos como a niños y adolescentes.
Además, seguir un tratamiento preventivo diario, aunque no haya síntomas visibles, requiere compromiso, organización y, muchas veces, superar el cansancio emocional que puede generar una enfermedad de largo plazo.
En muchos casos, el entorno familiar y social no dimensiona lo que implica vivir con asma, lo que puede hacer que la persona se sienta incomprendida o incluso culpable por no poder “seguir el ritmo” de los demás.
Por eso, además de la medicación adecuada, es fundamental contar con apoyo emocional, educación en autocuidado y acceso a atención médica de calidad. Solo así es posible mejorar la calidad de vida y enfrentar con más herramientas los desafíos de esta condición.