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El embarazo cambia la estructura cerebral de la mujer

El embarazo implica cambios hormonales radicales y adaptaciones biológicas, pero los efectos en el cerebro son todavía poco conocidos. Por primera vez, un equipo de investigadores ha llevado a cabo un estudio que compara la estructura del cerebro de las mujeres antes y después de su primer embarazo.

La investigación, liderada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Instituto de Investigación del Hospital del Mar (IMIM), ambas en España, es la primera en mostrar que el embarazo implica cambios que se mantienen a largo plazo en la morfología del cerebro de la madre. Los resultados se publican en Nature Neuroscience.

Mediante el análisis de imágenes de resonancia magnética, los científicos han observado que en las mujeres que han vivido su primer embarazo se reduce el volumen de la materia gris en regiones implicadas en las relaciones sociales.

Parte de estas regiones se activan cuando la mujer observa la imagen de su bebé, por lo que «probablemente los cambios corresponden a una especialización del cerebro para encarar los retos que supone la maternidad», explica Óscar Vilarroya, director del grupo de expertos.

Los resultados han mostrado una reducción simétrica en el volumen de la sustancia gris en la línea media cortical anterior y posterior, así como en secciones específicas de la corteza prefrontal y temporal en las mujeres embarazadas. Estas zonas forman un mapa que coincide, en gran medida, con una red que los neurocientíficos asocian con los procesos implicados en las relaciones sociales.

La reducción de materia gris se da en todas las mujeres embarazadas estudiadas y es exclusiva de ellas, lo que indica que probablemente se trata de un cambio debido a los procesos biológicos del embarazo, y no a cambios relacionados con el nacimiento del bebé que también pueden experimentar los padres.

Los investigadores no han encontrado que el embarazo provoque ningún cambio ni en memoria ni en otras funciones intelectuales en las mujeres estudiadas y, por tanto, creen que la pérdida de sustancia gris no implica ningún déficit cognitivo, sino todo lo contrario.

«Los resultados apuntan a que esta plasticidad cerebral inherente al embarazo tiene un fin destinado a que la madre infiera eficientemente las necesidades de su bebé», comenta Erika Barba-Müller, primera autora del artículo junto con Elseline Hoekzema. Se trataría de una reestructuración del cerebro con fines adaptativos, para incrementar la sensibilidad de la madre para detectar, por ejemplo, rostros amenazantes o para reconocer más fácilmente el estado emocional de su bebé.

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