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Entendiendo el glaucoma

Se estima que 80 millones de personas en el mundo tienen glaucoma, aunque cerca de 50% no sabe que padece la enfermedad, siendo este número seguramente mayor en países subdesarrollados. Esto se debe a que, en sus etapas precoces, es una patología asintomática que dejada a su libre evolución puede conducir a la ceguera. Ahí radica la importancia del diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno.

Por Dra. Magdalena Fornella para la revista Hola Salud

El glaucoma es una enfermedad crónica y degenerativa del nervio óptico que causa pérdida progresiva de la visión y cuyo principal factor de riesgo es la presión ocular elevada. Constituye la primera causa de ceguera irreversible en el mundo y, generalmente, no da síntomas hasta etapas avanzadas de la enfermedad, por lo que le llaman el ladrón silencioso de la visión.

Las personas mayores de 40 años y las personas afrodescendientes tienen mayor riesgo de padecer glaucoma, así como los pacientes con antecedentes familiares de esta enfermedad, con córneas finas, antecedentes de traumatismo ocular y tratamientos con corticoides, los diabéticos y quienes tienen miopías o hipermetropías elevadas.

¿Por qué se produce el glaucoma? El ojo contiene un líquido llamado humor acuoso que es fundamental para mantener la forma y la nutrición del globo ocular. Para realizarlo de manera adecuada, se debe lograr un balance entre la producción y la eliminación de este líquido. El drenaje del humor acuoso se da a nivel del trabéculo, una especie de malla situada en una estructura del ojo llamada ángulo. Cuando este drenaje es insuficiente la presión ocular aumenta y lesiona las fibras del nervio óptico (“cable” que conduce las imágenes percibidas en el ojo al cerebro para permitirnos ver).

Habitualmente se habla de rango de normalidad de presión ocular entre 11 y 21 mmHg. Sin embargo, sabemos que la presión ocular normal es aquella que no genera daño en el nervio óptico. Esta presión es variable durante el día y de persona a persona. Si bien existe el glaucoma de tensión normal, el concepto es que, a mayor presión ocular, mayor riesgo de aparición, daño y progresión de la enfermedad.

Una guía básica

¿Cómo se clasifica?

De acuerdo a la edad del paciente:

  • Congénito
  • Juvenil
  • Adulto 

De acuerdo a la causa:

  • Primario: sin una causa identificable.
  • Secundario: como consecuencia del consumo de fármacos, traumatismo, enfermedades oculares o sistémicas. 

De acuerdo al mecanismo de alteración del drenaje del humor acuoso:

  • Ángulo abierto 
  • Ángulo cerrado 

¿Cuáles son los síntomas?

El glaucoma es conocido como el ladrón silencioso de la visión y se asocia a pérdida progresiva e indolora de la agudeza visual. Habitualmente, el compromiso de la visión comienza por los sectores periféricos del campo visual, por lo que es difícil que el paciente lo perciba en estadios tempranos de la enfermedad. En etapas más avanzadas se compromete el sector central siendo de esta manera evidente y motivando la consulta cuando el daño, lamentablemente, ya es severo.

El glaucoma agudo de ángulo cerrado es un cuadro menos frecuente, dado por ojo rojo, dolor, cefalea, visión borrosa y visión de halos. Se acompaña de presiones oculares muy elevadas y requiere tratamiento inmediato para preservar la visión. 

¿Cómo se diagnostica?

  • Medida de la presión intraocular
  • Valoración del nervio óptico en la lámpara de hendidura
  • Gonioscopía (examen del ángulo)
  • Estudios complementarios como curva de presión intraocular, paquimetría, OCT, HRT y campo visual.

¿Cómo se trata?

Una vez diagnosticado el glaucoma, el tratamiento se individualizará en función de las necesidades de cada paciente. El objetivo del tratamiento es controlar la presión intraocular y detener la progresión de la enfermedad. Es importante comprender que no existe una cura para el glaucoma y que el daño que presenta el nervio al momento del diagnóstico es irreversible. Sin embargo, sí es posible conservar la agudeza visual y evitar futuro daño. Para esto se establecerá una presión objetivo, que será aquella que no genere daño en el nervio y se ajustará de acuerdo a las características de cada paciente.

Para lograrlo, existen diferentes alternativas terapéuticas: 

Tratamiento con colirios: Se indica habitualmente como tratamiento de primera línea en la mayoría de los pacientes con glaucoma. Es importante recalcar que no es un tratamiento curativo y que, por lo tanto, de lograr controlar la presión ocular, deberá utilizarse durante toda la vida del paciente. La correcta instilación de las gotas y la adherencia al tratamiento es fundamental para controlar la enfermedad y evitar la pérdida de visión.

Tratamiento con láser: Existen varios tipos de láser utilizados para el tratamiento del glaucoma. La elección del procedimiento dependerá del tipo de glaucoma y de su gravedad. Puede ser iridotomía periférica por láser, trabeculoplastia con láser de argón, trabeculoplastia láser selectiva (SLT) o ciclofotocoagulación láser. 

Cirugía: De no lograr controlar la presión ocular (y por lo tanto el daño glaucomatoso) con fármacos, se recurrirá a la cirugía como alternativa terapéutica. Son indicaciones también de tratamiento quirúrgico la intolerancia al tratamiento con gotas, la no adherencia al tratamiento y la enfermedad avanzada al momento del diagnóstico.

¿Con qué frecuencia debe controlarse un paciente con glaucoma?

Los controles dependen de la severidad de la enfermedad, las cifras de presión intraocular bajo tratamiento y la asociación de factores de riesgo. Cuanto mayor es el daño y severidad de la enfermedad, más frecuentes serán los controles. Todos los pacientes que no han sido diagnosticados de glaucoma deben controlarse una vez al año con el fin de realizar una detección precoz y así evitar un mayor daño.

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