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Mujer +40: cambios que pesan y afectan el metabolismo

Esta etapa trae consigo una serie de cambios hormonales que afectan el metabolismo de manera concreta y repercuten en todo el organismo. Una nota de la Lic. Luciana Lasus (@lic.lucianalasus) para nuestra revista hermana Hola Salud.

El cambio corporal —esa sensación de no reconocerse frente al espejo, de no saber quiénes somos— es uno de los aspectos más frecuentes, molestos y frustrantes en las mujeres +40. No es producto de la imaginación. La realidad es que la “jubilación” de los ovarios y la disminución de los niveles de estrógeno hacen que el cuerpo almacene más grasa. Sin modificar hábitos, se acumula más grasa, especialmente alrededor de la cintura y el torso. Por eso aparecen depósitos donde antes no existían: espalda, brazos, el aro del sostén. 

Una de las preguntas más comunes en la consulta es: “¿Qué pasó, si nunca tuve panza?”. La respuesta está directamente vinculada al cambio hormonal. Además, no solo se acumula grasa, también se pierde masa muscular. En el extremo opuesto están las mujeres que adelgazan cada día. Ambas situaciones coexisten; por un lado, grasa localizada; por otro, pérdida muscular. Y esta pérdida ralentiza el metabolismo y dificulta quemar calorías.

Aquí entran en juego la sabiduría y la aceptación. En lugar de luchar contra el cuerpo, es momento de comprenderlo y trabajar con él y a su favor, sin olvidar las “mochilas” que arrastramos y que no desaparecen mágicamente al soplar 40 velitas. El desafío es real y doble.

En esta etapa, el aumento de peso puede ser inesperado y no necesariamente progresivo. De allí esa sensación de preguntar quién es la señora del espejo. A menudo, además, no es coherente con los hábitos: “¿Por qué, si hago todo bien, no consigo resultados y sigo subiendo de peso?”. Es desesperante. Dejamos de comer, aumentamos el ejercicio, probamos dietas como la keto y nada funciona. Lo que antes se resolvía en cuatro días hoy no da frutos. Es momento de encontrar un nuevo equilibrio que exige hacer cosas distintas de las que hacíamos hasta ayer.

El desafío crece porque la revolución hormonal “pide” determinados alimentos —dulces, harinas— y casi nunca lechuga. Es un escenario poco amigable, a veces hostil. Sin embargo, la buena noticia es que no es irreversible. Para enfrentarlo es fundamental definir objetivos y replantear nuestras metas. Ya no se trata de fijarse solo en el peso final en números, sino en su composición. Si aumenta la grasa localizada y disminuye la masa muscular —sumado a la pérdida ósea, que quizá no preocupe, en un principio, pero más adelante se transforma en un problema—, el objetivo debe ser cambiar la composición corporal, no solo bajar de peso.

El apetito se descontrola: ¿por qué?


Nuestro apetito está regulado por un sistema hormonal complejo que necesita equilibrio para funcionar bien. Cuando ese sistema está estable, comemos hasta sentirnos satisfechas y la señal del hambre se apaga. Pero, si las hormonas se desequilibran, alteran el apetito y las señales de saciedad.

Las hormonas sexuales —estrógeno, progesterona y testosterona— fluctúan antes, durante y después de la menopausia junto con otras menos conocidas, como grelina y leptina. Estas últimas controlan las señales que indican al cuerpo cuándo tiene hambre y cuándo parar. En esta etapa, las “hormonas del hambre” se disparan justo cuando las hormonas que indican “ya comí suficiente” disminuyen.

En este escenario, es clave saber que el músculo es un verdadero seguro de vida. La masa muscular es nuestra nueva mejor aliada y debemos hacer todo por mantenerla y aumentarla: ayuda a conservar el metabolismo activo, contrarresta la grasa localizada y nos saca del “modo ahorro” metabólico. Por eso hay que nutrirla y entrenarla.

Ningún plan de menú, por sí solo, cambia la composición corporal en esta etapa. Si solo buscamos una dieta para perder el peso ganado de forma sorpresiva, fracasaremos. No solo no funcionará; nos desgastará, agotará y pondrá en entredicho nuestras expectativas sin dar resultados. Y, si sumamos la carga emocional, que cada una arrastra sobre este tema, la cuesta se vuelve más empinada.Este texto fue extraído del capítulo 4 de Hormonadas (Penguin Random House, setiembre 2025), el libro que hubiera querido leer 10 años antes. Me habría gustado que alguien me explicara todo lo que podía pasar, para estar informada y decidir con criterio. Saber que no “es lo que hay”, que puede durar años, que es desafiante, que no siempre es progresivo y, sobre todo, ¡que hay soluciones! Por eso lo escribí: todas vamos a atravesar el climaterio y la menopausia, pero ninguna debería padecerlos.

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