Seguro alguna vez te pasó que terminás de almorzar y lo único de lo que tenés ganas es de echarte a dormir un rato. Esa sensación de somnolencia después de una comida, comúnmente conocida como «sueño después de almorzar» o «siesta postprandial», es una experiencia que muchas personas han experimentado. Esta reacción no es solo una coincidencia, sino que está respaldada por razones científicas.
Uno de los principales factores que contribuye a esta somnolencia es la digestión. Después de ingerir alimentos, el sistema digestivo se pone en marcha para descomponer los nutrientes y absorberlos. Para hacer esto de manera eficiente, el flujo sanguíneo se redirige hacia el sistema gastrointestinal. Esto significa que hay menos sangre disponible para otras partes del cuerpo, incluido el cerebro, que requiere una cantidad significativa de energía para mantenerse alerta y despierto. Cuando la sangre y la energía se desvían hacia la digestión, es posible que experimentemos una sensación de cansancio y somnolencia.
Otro factor clave es la comida que consumimos. Los carbohidratos, en particular los que tienen un alto índice glucémico, pueden causar picos en los niveles de azúcar en sangre. Cuando los niveles de azúcar en sangre aumentan rápidamente, el cuerpo responde liberando insulina para llevar el azúcar a las células. Esto puede llevar a una disminución de los niveles de azúcar en sangre después de un tiempo, lo que puede contribuir a la sensación de fatiga y somnolencia.
Además, ciertos componentes de los alimentos pueden influir en los niveles de serotonina y melatonina en el cerebro. La serotonina es un neurotransmisor que regula el estado de ánimo y el bienestar, mientras que la melatonina está asociada con la regulación del sueño. Algunos alimentos, como los ricos en triptófano (un aminoácido precursor de la serotonina), pueden promover la producción de serotonina y, en última instancia, tener un efecto sedante.
No obstante, la somnolencia postprandial no afecta a todos por igual. Factores individuales como la calidad del sueño previo, los hábitos alimenticios, la cantidad de comida consumida y la composición nutricional pueden influir en la intensidad de esta reacción.