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El valor de la atención en salud

La mayoría de los sistemas sanitarios modernos aspiran a alcanzar la “triple meta” enunciada en el año 2008 por el Dr. Donald Berwick, entonces Presidente del Institute for Healthcare Improvement de Boston, Massachusetts:

  • costos de atención más reducidos,
  • mejores resultados en salud de la población atendida,
  • una mejor experiencia (y satisfacción) de esa población con su atención

 

La segunda y tercera de estas metas son medidas de calidad de la atención sanitaria.

El valor económico de un producto o servicio es dado por la relación entre su costo y su calidad:

Valor = Costo/Calidad

En un ejemplo fuera de la atención médica, si estamos considerando la compra de un automóvil nuevo y tenemos que elegir entre dos modelos de igual costo pero desigual calidad, elegiremos el de superior calidad, porque tiene el mejor valor. Si tengo que elegir entre dos modelos de idéntica calidad pero desigual costo, elegiré el que cuesta menos, porque tiene el mejor valor.

Los sistemas de salud modernos necesitan mejorar el valor de la atención que brindan: disminuir sus costos, y a la vez aumentar su calidad (resultados en salud y satisfacción de sus usuarios).

Más no es necesariamente mejor

Muchas veces nuestros pacientes piensan que la atención médica altamente tecnológica y especializada constituye la atención de máxima calidad. Si simplemente pidiéramos suficientes pruebas diagnósticas y recetáramos suficientes tratamientos (medicamentos y procedimientos terapéuticos de alta complejidad ), la calidad de su atención médica sería la mejor.

Pero en la atención sanitaria, más no es necesariamente mejor.

El sistema de salud de Estados Unidos como ejemplo

El sistema de salud de los Estados Unidos ejemplifica la falta de correlación entre gastos en salud y su calidad (resultados).

A pesar de gastar mucho más en salud que cualquier otro país en el mundo, la población del país no disfruta de los mejores índices de salud.

El país gasta casi el doble por cápita en salud de lo que gastan los países industrializados que están en segundo y tercer lugar (Alemania y Canadá).

A pesar de este nivel de gasto, los habitantes de los Estados Unidos tienen una esperanza de vida más corta que la de las poblaciones de 16 países industrializados pares en todos los grupos etarios excepto mayores de 75 años.

La esperanza de vida al nacer es menor, y la mortalidad infantil (6.8 por 1000 nacimientos vivos) es más del triple de la de los países escandinavos. La prevalencia de bajo peso al nacer, y la mortalidad antes de la edad de cinco años, son más altos también.

Los adolescentes tienen más alta mortalidad por accidentes de tránsito y homicidios y la incidencia más alta de embarazo e infecciones transmitidas por vía sexual.

La población tiene la segunda más alta prevalencia de infecciones de VIH y la más alta prevalencia de SIDA del grupo de 17 países industrializados pares.

La población de EEUU sufre la más alta prevalencia de obesidad, y de diabetes mellitus en adultos mayores de 20 años y la segunda más alta prevalencia de cardiopatía isquémica de dicho grupo de países.

Enfermedades pulmonares y muertes relacionadas a las drogas son más prevalentes en los Estados Unidos.

Los pacientes de la tercera edad informan mayor prevalencia de artritis y limitaciones en sus actividades que sus pares en Inglaterra.

Los habitantes de los Estados Unidos tienen mejor controlados su hipertensión arterial y sus lípidos séricos, y menor mortalidad por accidentes cerebrovasculares y cáncer y más alta esperanza de vida después de los 75 años. Sin embargo, en lo demás enfrentan una amplia desventaja en salud en comparación a los habitantes de los otros 16 países industrializados comparados.

¿Qué explica esta desventaja en salud?

Un panel del National Research Council e Institute of Medicine del país exploró esta paradoja, encontrando claves en casi todas las clases de determinantes de salud consideradas:

  • Falta de cobertura universal en salud.
  • Cimientos de atención primaria más débiles y mayores barreras al acceso a los cuidados de la salud.
  • Mala coordinación de servicios.
  • Lapsos en la calidad y seguridad de la atención.
  • Mayor consumo de calorías por cápita.
  • Mayor prevalencia de drogas de abuso.
  • Menor uso de cinturones de seguridad, mayor conducción bajo la influencia de alcohol.
  • Mayor número de armas de fuego por población.
  • Más adolescentes con actividad sexual desprotegida.
  • Mayor desigualdad en ingresos y pobreza relativa.
  • Menor movilidad social.
  • Sistema educacional más débil.
  • Profundas disparidades socioeconómicas y de salud que afectan a poblaciones de bajos ingresos y poblaciones de minorías étnicas/raciales.
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