La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado a la obesidad como el mayor problema de salud crónico mundial en adultos. Cada año fallecen alrededor de 3,4 millones de adultos como consecuencia del sobrepeso y la obesidad. Además, explican el 44% de la carga de diabetes, el 23% de cardiopatías isquémicas y entre el 7 y 41% de ciertos cánceres.
Recientemente la World Obesity Federation (2017), expresó su posición, considerando a la obesidad como una enfermedad crónica, progresiva y recidivante. La obesidad es analizada desde un punto vista epidemiológico, con un agente que afecta al huésped y produce la enfermedad. El alimento es el agente primario, particularmente, los alimentos de elevada densidad energética como grasas y bebidas azucaradas. La abundancia de alimentos, a lo que se agrega, la baja actividad física y otros varios factores ambientales, interactúan con la susceptibilidad genética del huésped para producir un balance energético positivo.
La 2ª Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de Enfermedades No Transmisibles (2013), determinó que en ese año la prevalencia de sobrepeso y obesidad en personas de 25 a 64 años, en Uruguay, era de 64,9%. En el año 2006 esa cifra era de 56,6%, esto representa un aumento de 8,1%.
En cuanto a su patogenia, la causa fundamental del sobrepeso y la obesidad es un desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas. El rápido aumento de la prevalencia de la obesidad en los últimos 30 años es principalmente el resultado de influencias culturales y ambientales. Dentro de estas últimas, el aumento del consumo de alimentos ultraprocesados, caracterizados por poseer un contenido elevado de grasas, hidratos de carbono (HC) refinados y calorías, se suma a un modo de vida cada vez más sedentario, contribuyendo al aumento de la prevalencia de obesidad.
Se suele estimar las reservas de grasa corporal, y clasificar la obesidad, por el IMC (índice de masa corporal), el cual se calcula dividiendo el peso (en kg) por la talla al cuadrado (en metros). En adultos (mayores de 18 años) la obesidad se define por un IMC ≥30 kg/m² y el sobrepeso por un IMC entre 25 y 29,9 kg/m². Más allá del IMC, la distribución de la grasa corporal modifica el riesgo para la salud del individuo. Si el tejido adiposo se acumula en la mitad superior del cuerpo, en especial aquel que se deposita en el abdomen (obesidad androide, central o centroabdominal), se asocia con mayor frecuencia de riesgo de diabetes y de enfermedad cardiovascular (CV) y constituye un elemento mayor para el diagnóstico de síndrome metabólico.
La circunferencia de la cintura (CC), medida en el punto medio entre el reborde costal y la cresta ilíaca, se acepta como medida clínica indirecta de distribución central de la grasa corporal y resulta buen indicador de riesgo CV. La CC es esencial en pacientes con peso normal o con sobrepeso leve según el IMC. De esta manera, se podría identificar con mayor facilidad a aquellos individuos metabólicamente obesos pero con peso normal. Independientemente del IMC la CC > 88 cm en mujeres y > 102 cm en hombres se relaciona con riesgo cardiometabólico muy aumentado.
Objetivos del tratamiento del paciente obeso
El tratamiento del paciente obeso tiene como objetivos: la pérdida de peso, la prevención y/o la mejoría de las enfermedades asociadas, la mejoría de la salud emocional y la prevención de la ganancia de peso. Se propone establecer metas realistas, individualizadas y cambios de estilo de vida sostenibles a largo plazo, estableciendo como meta de descenso de peso un 5-15% en 6 meses, o disminución de 0,5-1 kg/semana. La reducción ponderal determina beneficios en las comorbilidades asociadas: hipertensión arterial, diabetes, osteoartritis, perfil lipídico, patologías respiratorias como el asma y las apneas del sueño.
La frecuencia de control del tratamiento es de 1 vez por semana el primer mes, luego cada 15 días hasta el 6º mes. El tratamiento debe de ser realizado en forma integral, por un equipo multidisciplinario, incluyendo dos pilares básicos: dieta adecuada y actividad física. La aplicación de las herramientas cognitivo-comportamentales son oportunas en éste tipo de pacientes. En algunos casos será necesario farmacoterapia y en pacientes específicos cirugía bariátrica. La dieta constituye un pilar fundamental, tanto en la prevención como en el tratamiento de la obesidad.
Tratamiento nutricional
Se debe implementar un programa de tratamiento nutricional del sobrepeso y la obesidad en caso de: IMC ≥ 25 kg/m 2 con o sin factores de riesgo, y IMC < 25 kg/m2 con valores elevados de CC.
El tratamiento nutricional debe ser realizable por un espacio de tiempo prolongado, ser eficaz a largo plazo, ha de mantener el peso perdido, debe prevenir futuras ganancias de peso, conllevar una función de educación alimentaria que destierre errores y hábitos de alimentación inadecuados, disminuir los factores de riesgo cardiovascular, inducir una mejoría psicosomática, con recuperación de la autoestima y aumentar la capacidad funcional y la calidad de vida. Además el plan de alimentación debe de ser personalizado, placentero y seguro, y debe contemplar las preferencias de cada paciente y ser planificado para facilitar la adherencia a largo plazo.
Licenciada Nutricionista Mercedes Delbono / Tendencias en Medicina.

