La cicatrización cutánea es el proceso biológico de reparación de las heridas que determina la formación de un tejido cicatrizal con distintas características a la piel circundante, en cuanto a color, textura, grosor y elasticidad. Las cicatrices pueden ser desde casi imperceptibles, hasta sumamente antiestéticas, dependiendo de características de la herida, del individuo y del tratamiento instituido.
Según sus características, las cicatrices se pueden clasificar en:
- Atróficas: se caracterizan por ser deprimidas, indoloras, hipo o hiperpigmentadas, y frecuentemente son secundarias a acné, varicela o traumatismos de años de evolución. También pueden resultar de heridas cerradas aplicando mucha tensión sobre los bordes.
- Normotróficas: a pesar de no ser patológicas, también pueden resultar antiestéticas por sus dimensiones o su topografía hipertróficas y queloides.
- Hipertróficas: producto de la sobreproducción de tejido cicatrizal resultante de un desbalance fibroproliferativo.
- Queloides: igual mecanismo que cicatrices hipertróficas, pero con ciertas diferencias
Presentación clínica
Si bien existen similitudes, las cicatrices hipertróficas y queloides presentan características clínicas y patológicas que las distinguen entre sí.
Las cicatrices hipertróficas se presentan sobreelevadas, eritematosas, con bordes ligeramente irregulares y pueden ser pruriginosas. Comienzan a desarrollarse entre las 4 a 8 semanas de una herida o quemadura, y no sobrepasan sus bordes, o lo hacen muy limitadamente. En su evolución tienden a la regresión parcial de forma espontánea, y tienen poca tendencia a la recidiva luego de un tratamiento adecuado. Se clasifican en lineales, producidas por incisiones quirúrgicas o traumatismos; y extendidas, mayoritariamente secundarias a quemaduras. Cuando estas cicatrices atraviesan zonas de flexo-extensión tienden a formar bridas retráctiles que limitan el movimiento articular.
Las cicatrices queloides son lesiones de aspecto nodular o que constituyen placas, con bordes claramente irregulares. Tardan más en manifestarse después de la herida inicial, y se extienden ampliamente por fuera de sus límites. Son de color pardo, rosado o púrpura. Pueden ser similares en color a una cicatriz hipertrófica. Generalmente presentan prurito, a veces dolor. Puede no haber registro de una herida previa. No tienden a remitir con el tiempo y no es raro que se presenten a la consulta refiriendo tratamientos previos fallidos.
Se pueden clasificar en menores o mayores según sean de hasta 0,5 cm de diámetro o mayores, respectivamente.
Tanto queloides como cicatrices hipertróficas son más frecuentes sobre el área esternal, el dorso del tronco, y los hombros. Aún así, pueden desarrollarse en cualquier sector del cuerpo. Las cicatrices hipertróficas también son más frecuentes en zonas de flexión y extensión donde las fuerzas de tensión repetidas que se ejercen sobre la piel son mayores, y en las heridas que cruzan las líneas de tensión disminuida de la piel descritas por Langer y modificadas por Kraissl. Los queloides, por su parte, son más frecuentes en el lóbulo y el pabellón auricular.
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