Hoy en nuestro espacio de ciencia vamos a poner sobre la lupa a los corticoides, esos medicamentos que imitan la acción del cortisol, una hormona producida por las glándulas suprarrenales.
Los corticoides tienen potentes efectos antiinflamatorios e inmunosupresores, por lo que se usan para tratar diversas enfermedades como alergias, asma, artritis, enfermedades autoinmunes y problemas de la piel.
Su mecanismo de acción se basa en la inhibición de sustancias proinflamatorias como las prostaglandinas y citocinas. Esto reduce la inflamación, la hinchazón y el dolor.
Además, suprimen la respuesta del sistema inmunológico, lo que los hace útiles en enfermedades autoinmunes, pero también aumenta el riesgo de infecciones.
Los corticoides pueden administrarse en diferentes formas: orales, inyectables, tópicos o inhalados, dependiendo de la afección a tratar.
Su uso prolongado puede causar efectos secundarios como osteoporosis, hipertensión, aumento de peso y debilidad muscular. Por eso, deben utilizarse bajo estricta supervisión médica.