Hoy en nuestro espacio de poner los grandes temas de la medicina y la ciencia bajo la lupa, nos proponemos hablar de la diálisis, un tratamiento médico vital para personas con insuficiencia renal crónica o aguda.
Su función principal es reemplazar el trabajo de los riñones cuando estos no pueden filtrar adecuadamente los desechos y el exceso de líquidos del cuerpo.
Básicamente, la diálisis es un procedimiento que limpia la sangre de toxinas y líquidos acumulados que normalmente serían eliminados por los riñones sanos. Existen dos tipos principales de diálisis: la hemodiálisis y la diálisis peritoneal.
Hemodiálisis: se utiliza una máquina especial para filtrar la sangre. La sangre se extrae del cuerpo a través de un acceso vascular, generalmente una fístula o un catéter, y pasa por un dializador, un dispositivo que actúa como un riñón artificial. La sangre limpia luego se devuelve al cuerpo. Este proceso suele realizarse en un centro de diálisis varias veces a la semana y puede durar entre 3 y 5 horas por sesión.
Diálisis peritoneal: implica la inserción de un catéter en la cavidad abdominal. A través de este catéter, se introduce una solución dializante que llena el abdomen y permite que los desechos y el exceso de líquidos se filtren a través de la membrana peritoneal, una capa delgada que recubre el interior del abdomen. Luego, la solución con los desechos es drenada y reemplazada por una nueva. Este tipo de diálisis puede realizarse en casa y generalmente requiere intercambios de soluciones varias veces al día o durante la noche.
Ambos métodos tienen sus ventajas y desventajas, y la elección del tipo de diálisis depende de la condición médica del paciente y de sus preferencias personales.
La diálisis no cura la insuficiencia renal, pero es esencial para mantener el equilibrio de líquidos y electrolitos en el cuerpo, y para prolongar la vida de quienes viven con esta condición.
