Procesar la fruta, ya sea al pelarla, cortarla, cocinarla o convertirla en jugo, altera sus propiedades nutricionales y sensoriales. Aunque sigue siendo una opción saludable, estos cambios pueden influir en su valor nutritivo y en los beneficios que aporta a nuestra dieta. A continuación, vemos por qué.
Cuando pelamos la fruta, eliminamos la cáscara, que es rica en fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes. Por ejemplo, la cáscara de una manzana o una pera contiene compuestos beneficiosos que se pierden al descartarla. Al cortarla, se rompen las células, lo que expone su pulpa al oxígeno y provoca un proceso llamado oxidación. Esto puede reducir el contenido de vitamina C y afectar su sabor y color.
Cocinar la fruta también tiene sus efectos. Por un lado, el calor puede destruir ciertos nutrientes sensibles, como la vitamina C y algunos antioxidantes. Sin embargo, en algunos casos, aumenta la biodisponibilidad de otros compuestos, como el licopeno en los tomates o los betacarotenos en las zanahorias y mangos.
Por último, convertir la fruta en jugo elimina gran parte de su fibra. Aunque el jugo concentra vitaminas y minerales, también puede aumentar el índice glucémico, afectando los niveles de azúcar en sangre más rápido que al consumir la fruta entera.
Para aprovechar al máximo sus nutrientes, lo ideal es optar por frutas enteras y mínimamente procesadas.
Y vos, ¿cómo consumís tus frutas favoritas?