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¿Cómo mantener la salud digestiva en el verano?

Durante las vacaciones aumentan los excesos alimentarios y los riesgos de sufrir trastornos digestivos como diarreas, vómitos, acidez estomacal y estreñimiento. La mayoría de estas intoxicaciones se deben a microorganismos que están en los alimentos, por lo que existen ciertas medidas claves para prevenirlas.

Llega el verano y con él las vacaciones entendidas en su más amplio sentido. Muchas veces nos queremos librar de la cocina, la balanza, el ejercicio físico y también nos apartamos de la alimentación saludable. Nos vemos expuestos a mayor actividad social, vida al aire libre, camping y, por el calor, en general, se queman menos calorías.

Con todo esto aumentan los excesos alimentarios y también los riesgos de sufrir algún trastorno digestivo, desde diarreas, vómitos, estreñimiento, exceso de gases, empujes hemorroidales, acidez de estómago y reflujo. Todo esto resulta fácil de entender si consideramos que la asociación de temperatura alta y humedad forma un hábitat favorable para que bacterias, virus y toxinas presentes en los alimentos, se multipliquen y nos enfermen.

Todas las personas podemos vernos afectadas por alguno de estos trastornos, pero los dos extremos de la vida (bebés y ancianos) y aquellos que poseen enfermedades crónicas son más sensibles.

La microbiota es el punto clave. Las intoxicaciones alimentarias son las enfermedades de verano más comunes. Se producen porque hay un desequilibrio en nuestra microbiota que favorece el predominio de agentes patógenos. En general son cuadros que tienen una incubación variable, entre uno a 10 días después de la ingesta del alimento contaminado, de corta duración, máximo una semana, y se caracteriza clínicamente por todos o algunos de los siguientes síntomas: malestar general, en algunos casos fiebre, dolor abdominal, náuseas, vómitos y/o diarrea, a veces dolor de cabeza.

La mayoría de estas intoxicaciones se deben a microrganismos que están en los alimentos, ya sea frutas, verduras, carne, pescado, leche o derivados, pastelería, huevos e incluso el agua. El común denominador es que ha existido una mala higiene de los alimentos, las manos, los baños; o que los alimentos han quedado expuestos a temperatura ambiente sin la refrigeración adecuada. Cuando un alimento se contamina, muchos de quienes lo ingieren experimentarán síntomas variados. La intensidad de estos cuadro dependerá de la cantidad de microorganismos presentes en lo ingerido, las defensas del huésped, la presencia de ácido en el estómago, etc. Debemos saber también que algunos microorganismos responsables de estos cuadros se transmiten de persona a persona a través de los baños compartidos, o sea que cuando existen aglomeraciones donde alguien está con intoxicación alimentaria es posible contagiarse.

En el otro extremo de estos cuadros tenemos el estreñimiento o constipación. Generalmente,la mayor vida social acarrea menor ingesta de fibras, mayor ingesta de fermentecibles y farináceos, sumado a la ingesta de alcohol, especialmente cerveza. Al sedentarismo, se agrega además cierto grado de deshidratación que lleva a que parte del agua que el organismo necesita se extraiga del colon. Por eso el bolo fecal será más duro y deshidratado y se hará más difícil el acto defecatorio. Finalmente, el otro hecho que contribuye a la constipación es el cambio de hábitat. Cualquier viaje o cambios en la composición del núcleo conviviente llevan, al menos al comienzo, a variaciones en nuestros hábitos defecatorios.   

La constipación y las grandes comilonas hacen más fácil que se acumulen gases. Existe un aumento de la eructación y de la flatulencia. En ocasiones, si estos no son eliminados, se acumulan, producen distensión abdominal, retardan la digestión y existe un aumento de la presión en el colon (intestino grueso), que se traduce en disconfort o dolor abdominal.  Pero no solo las comidas excesivas llevan a mayor eructación, también incide comer de prisa, la escasa o excesiva masticación, si hablamos o reímos mucho, así como la ingesta de alimentos con aire incorporado como las bebidas “cola”, los refrescos efervescentes, el agua con gas, la cerveza y el champagne. 

Las alteraciones del tránsito intestinal, los excesos en comida o alcohol, sumado al alto porcentaje de humedad y presión atmosférica, favorece la aparición de síntomas vinculados con la patología hemorroidal. Es así que aparecen molestias como ardor o prurito anal, a veces sangrado escaso en forma de sangre fresca asociada o posterior a la defecación.

Además de lo ya dicho, las grandes comilonas, el mal descanso y los trastornos anteriores, llevan a la presencia de síntomas de reflujo con episodios de acidez o alimentos ingeridos que sube hacia la boca (regurgitaciones) o como acidez por detrás del esternón. Esto se acentúa fundamentalmente cuando, luego de comer, nos acostamos o flexionamos el tronco.    

Por último, ¿cuántas veces hemos escuchado que luego de comer no vayamos a la playa, que no es adecuado bañarse porque nos hará mal, se corta la digestión y hasta podemos morir? Este consejo seguramente se transmite por generaciones en la familia y quizás más de uno no sabemos el porqué. ¿Cuál es la verdad sobre esto? Este fenómeno de corte de la digestión se llama hidrocución. Cuando comemos, nuestro tubo digestivo requiere mayor consumo de energía para hacer la digestión y la obtiene haciendo que le llegue mayor cantidad de sangre cargada de oxígeno. Al mismo tiempo, en días de calor, nuestro contacto con el sol a nivel de la piel eleva la temperatura y existe un calentamiento del árbol respiratorio por el aire caliente inhalado. Si en estas condiciones nos tiramos al agua, la diferencia brusca de temperatura entre la piel y mucosas respiratorias y la del agua, genera un reflejo que inhibe la respiración, colapsa la circulación y puede provocar un paro cardiorrespiratorio e incluso la muerte. Por tanto, por muy viejos que sean, debemos escuchar estos consejos.  

Una vez que hemos recorrido las consecuencias de tomarse vacaciones de salud, las preguntas son dos: cómo prevenir estas complicaciones y cómo se cuida y se mantiene la salud digestiva en el verano. Muchas de las cosas que aconsejaremos han sido una barrera fundamental para evitar el contagio por covid-19. Es aconsejable el correcto lavado de manos luego de ir al baño, jugar en la tierra, sacar la basura, hacerle mimos a la mascota, sonarse la nariz, llegar del super, manipular dinero o cambiarle los pañales a un bebe. De esta manera estaremos evitando la mayoría de las intoxicaciones alimentarias y también otras infecciones que se transmiten de manera fecal oral.

En el momento de elaborar la comida es muy importante la adecuada higiene de frutas y verduras, así como también de todos los fómites (cubiertos o utensilios) que hayan estado en contacto directo con estas antes de su higiene. Si el menú contiene carne, es muy importante el punto de cocción llegando al centro de la porción. En el caso del pescado, es aconsejable que se cocine al menos dos minutos a más de 60 grados. Si cocinamos huevos, debemos asegurarnos de que la yema esté bien cuajada para evitar la salmonelosis.

Una vez preparados los alimentos, la conservación es fundamental. La heladera debe estar por debajo de los cuatro grados y el freezer por debajo de los 18. El pescado es aconsejable preservarlo antes del consumo al menos cinco días a una temperatura por debajo de -20 grados. No hay que olvidar que una de las vías de intoxicación es el conservar el alimento fuera de la heladera una vez descongelado. Aún cuando la contaminación del alimento ya comenzó, puede que ante nuestros ojos y paladar no muestre cambios. Si fuimos a la playa y dejamos el alimento fuera de la heladera por error, al regreso es preferible descartarlo.    

Si compramos bizcochos o facturas con crema o derivados de la leche, no debemos olvidar su conservación en el frío. Al mismo tiempo hay que recordar que la pasteurización de la leche, los jugos de frutas envasados y la cerveza es una forma de esterilización que disminuye los riesgos. 

Es muy importante tomar mucha agua potable o envasada y, si utilizamos cubitos de hielo, también debemos asegurarnos de que sean hechos con agua potable. No debemos esperar a tener sed. Cuando esta aparece ya es un elemento de deshidratación.

Para evitar la constipación resulta saludable hacer ejercicio y mantener una dieta con abundantes fibras, frutas y verduras, e incluso anexar cereales, mucílagos (semillas de lino y chía), frutas desecadas como las pasas de uva y de ciruelas, dátiles y frutos secos. Es aconsejable eliminar el azúcar de la dieta y utilizar en su lugar la miel, esto evitará el exceso de fermentación.

Hay que recordar que el exceso de alcohol es desaconsejable en personas que ya tienen problemas digestivos como reflujo gastroesofágico o gastritis aguda, porque empeora la sintomatología. También lo es en aquellos individuos que tienen enfermedades crónicas en el hígado, independientemente de la causa que lo generó. 

Cuando vamos a entrar al agua es muy importante considerar que no esté extremadamente fría, que no hayamos estado largas horas expuestos al sol previamente, no haber ingerido exageradamente ni bañarnos en seguida después de haber transpirado mucho, ya sea por ejercicios de competición o por haber estado trabajando al sol. 

Por último, es fundamental recordar que nuestra salud en general depende de nuestra salud digestiva. Siendo tan importante la microbiota, es muy aconsejable consumir prebióticos. Estos son los alimentos naturales de nuestra microbiota y están presentes en ciertos productos como ajo, cebolla, puerro, espárragos, alcauciles, aceitunas, yogurt natural y chocolate amargo. Estos alimentos ayudan, además, a absorber el calcio, el magnesio y la vitamina D.

Para terminar, tenemos muchas formas de evitar que nuestras vacaciones se transformen en un problema para nosotros o nuestra familia. Se resume en buena higiene, alimentación saludable, mantenernos hidratados, ejercicio físico y evitar los excesos. 

Dra. María Rosa Cruells Alvarez, médica gastroenteróloga  

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