Cuando llega esta época, seguro lo tenés entre tus tareas para hacer, como también puede ser lavar las frazadas antes de guardarlas o desempolvar las chancletas. ¿De qué estamos hablando? De poner naftalina en los placares de tu casa para prevenir la aparición de polillas que hagan de nuestra ropa sus delicias. Pero, ante algo tan habitual, ¿sabías que hay que tener una serie de precauciones?
Y es que la naftalina, comúnmente utilizada como repelente de polillas y como desodorante, puede representar riesgos significativos para la salud a pesar de su uso extendido. ¿Por qué? Para empezar porque hablamos de una sustancia química que puede ser perjudicial si se maneja de manera inadecuada.
En primer lugar, la naftalina es tóxica si se ingiere. Los niños pequeños y las mascotas son particularmente vulnerables, ya que a menudo se sienten atraídos por su apariencia similar a la de una golosina. La ingesta puede causar daños en los glóbulos rojos, lo que resulta en fatiga, dolor de cabeza y náuseas.
Además, la inhalación de vapores de naftalina puede provocar mareos, dolor de cabeza y náuseas en humanos.
La exposición prolongada puede causar irritación en los ojos, la piel y las vías respiratorias, lo que conlleva a problemas respiratorios y reacciones alérgicas.
Cabe destacar que la naftalina también puede ser inflamable, lo que la convierte en un riesgo de incendio en entornos inadecuadamente ventilados.
La exposición continua a altas concentraciones de naftalina puede provocar daños en el hígado y los riñones, así como afectar el sistema nervioso central.
Por eso, cuando la coloques, ubicala en zonas de difícil acceso, pero que también estén ventiladas al menos de forma parcial.
